Quiero
compartir un bonito poema de Gabriel Celaya, justo la noche de antes de que los
profes, las “profas”, las seños, los seños… ¡los maestros! vuelvan a los
colegios.
Importante
y difícil es la tarea de educar, y más en los tiempos que corren, y no solo por
la pandemia. Educar respetando siempre la dignidad y la libertad de los niños y
jóvenes; sin manipular, sin intoxicar sus mentes, sin envenenar sus almas…
Para todos los que lo hacéis así, ahí va el poema.
Educar
es lo mismo
que
poner motor a una barca…
hay
que medir, pesar, equilibrar…
…y
poner todo en marcha.
Para
eso, uno tiene que llevar en el alma
un
poco de marino…
un
poco de pirata…
un
poco de poeta…
y un
kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero
es consolador
soñar
mientras uno trabaja,
que
ese barco, ese niño
irá
muy lejos por el agua.
Soñar
que ese navío
llevará
nuestra carga de palabras
hacia
puertos distantes,
hacia
islas lejanas.
Soñar
que cuando un día
esté
durmiendo nuestra propia barca,
en
barcos nuevos seguirá
nuestra
bandera enarbolada.
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