Hay
una palabreja de moda que me da repelús, no por su significado, sino por la
descarada incoherencia con la que se utiliza; es la palabra sostenibilidad.
Si
miramos en el diccionario de la RAE nos dice escuetamente, cualidad de
sostenible. Y si miramos sostenible, en su segunda acepción dice: adj.
Especialmente en ecología y economía, que se puede mantener durante largo
tiempo sin agotar los recursos o causar grave daño al medio ambiente.
Pues
bien, puedo decir, porque lo he vivido, que la situación en el Pirineo, este
verano, ha sido del todo insostenible. Un turismo masivo ha desbordado
infraestructuras y servicios. Sólo como muestra, en Ordesa,
muchos días cerraban el valle a las 10,30 de la mañana. En Benasque llegaron a
contabilizarse 500 caravanas en una sola jornada. Comer sin reserva era del
todo imposible en ningún sitio, y aun así, en ocasiones era difícil. En
cualquier rincón donde cupiera un vehículo lo había, y no solo uno, sino dos,
tres, cuatro, de cualquier manera. En las montañas conocidas, había procesión
todos los días, procesión que convertía las cimas en un putiferio…
En la
hostelería estaban agotados, exhaustos, y muchos de los vecinos, con unas ganas
inmensas de que se acabara el verano, porque nunca, nunca había estado aquello
como este año; ni siquiera cuando el 15 de agosto hacía puente. Nunca.
La
explicación es clara. Como consecuencia del “maldito bicho” mucha gente de
playa ha optado por las montañas, por parecerles más seguras y con menos
restricciones. Otros, los que gustan de viajar por Europa u otros destinos,
también han optado por las montañas, por seguridad y comodidad. Y los que
siempre vamos a ellas, hemos ido también, claro. Y en España, las montañas por
excelencia son los Pirineos, aunque hay muchas más, y bien bonitas. El resultado: un llenazo
tan agobiante y desagradable como insostenible.
Ahora
bien, si los valles, los pueblos y las montañas “prestigiosas” estaban atestados,
el resto, solitario y tranquilo. He podido hacer muchas ascensiones sin
encontrarme con nadie, o como más, viendo a alguien a lo lejos. Ventajas de
conocer el terreno.
Pero
vuelvo a lo de insostenible. Creo que autoridades y lugareños deberían plantearse
lo que ha ocurrido, porque un turismo masivo, muy superior a lo que las
infraestructuras y el medio ambiente pueden soportar, es matar a la gallina de
los huevos de oro.
Mi
esperanza para años venideros no es tanto que se haga lo que anteriormente he dicho,
como que las aguas vuelvan a su cauce por tres motivos. Primero, que los
playeros vuelvan a las playas. Segundo, que los turistas no montañeros, puedan
volver a hacer turismo donde les plazca. Tercero, que a mucha de la gente que
ha ido le haya resultado tan agobiante y desagradable que no vuelvan.
Ya
veremos qué pasa, pero desde luego lo de este año ha sido absolutamente
insostenible, aunque les haya servido para recuperar parte de todo lo perdido
por el parón de la pandemia.
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