Otra
vez he puesto la radio esta mañana y he tenido que volver a quitarla al
escuchar las siguientes palabras que transcribo casi textualmente. No sé ni
quien las decía, ni ganas, ni a quien iban dirigidas, aunque lo supongo.
"Entiendo
que no encaje en sus planteamientos esta agenda progresista, porque su partido
es enemigo del progreso, pero estoy segura de que la inmensa mayoría…"
El
mantra oficial, repetido hasta la saciedad de mil formas diferentes; pero esta
vez casi en estado puro, por eso es más interesante, más irritante, más penoso,
más patético.
Para
que esas palabras fueran ciertas habría que responder previamente, y con datos
contrastados, a una serie de preguntas. Y veríamos.
¿Qué
entendemos en concreto por progreso?
¿Qué
hace que la agenda de un gobierno sea progresista?
¿Quién
dice que la mayoría de esos postulados progresistas, en esencia, no son
compartidos por la oposición?
¿Por
qué entender el progreso de un modo diferente al oficial convierte a quien así
lo hace en enemigo del progreso?
¿De
qué progreso en este caso se es enemigo?
¿Quién
dice que la inmensa mayoría entiende por progreso lo que entiende el Gobierno?
Las urnas no lo dicen; ¿quién lo dice?
Y aún
podríamos añadir muchas más preguntas, cuya respuesta oficial sería, por el
simple hecho de hacerlas, ¡fascista! No habría otra.
No, no
es este el camino. La manipulación, cada vez más descarada, la mentira como
arma principal, y la exclusión sistemática de cualquier disidencia, con lo
inclusivos que son ellos, es el camino de los totalitarismo que tarde o pronto
conducen al abismo, corrompiendo la democracia desde su misma esencia.
Me
duele ver al socialismo arrastrándose de esta manera, porque quiero pensar que
el socialismo es libertad, como rezaba aquel famoso eslogan de los años 70. Que
busca la justicia social, por caminos de honestidad, consenso y pluralismo. Ese
socialismo también es posible.
Y me
irrita, y me indigna, y me asusta el daño inmenso que el sr. Sánchez, con su forma de
gobernar, está haciéndole al socialismo y a España. Lo suyo no es socialismo, no sé qué diablos
es, pero desde luego no es socialismo.
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