He
puesto noticias en la radio esta mañana, en el coche, de camino al monte, y
rauda y velozmente las he quitado. No quería estropear el día nada más
empezarlo.
Primero,
sobre la pandemia, una vez más el cruce de acusaciones entre Gobierno y
oposición por lo mal que los otros lo están haciendo, porque “yo lo hago muy
bien o lo haría muy bien si estuviera donde tú”.
Segundo,
las manifestaciones contra lo homofobia y demás fobias pertinentes, y ¡cómo no!
apareciendo la palabra fascista, como no podía ser menos.
Y sí,
la he apagado.
Me
resulta ridículo, patético; me da vergüenza oírles, y rabia, a partes iguales.
Además de cansino, repetitivo, aburrido, exasperante. Pura manipulación vacía
de contenido pero muy eficaz en un país en avanzado estado de "analfabetización".
Los frutos de reventar el sistema educativo ya los estamos recogiendo.
Y no
es que la pandemia no sea y siga siendo un problema muy serio, porque aún está ahí, y el daño
que ya ha hecho, hecho está, y duele y seguirá doliendo.
No es
que la homofobia no sea un problema también muy serio, como lo es cualquier
discriminación o agresión a quienes son y viven de un modo “no estandarizado”.
Pero también es un problema segregar y agredir a quien no piensa como yo;
también.
Problemas
ciertos que causan inmenso sufrimiento pero que al caer en manos de políticos incultos y sin escrúpulos se enquistan y agravan, pues en el fondo a ellos hasta les
vienen bien para poder apedrear al contrario. No se trata de resolver
problemas, se trata de reventar al otro.
De
verdad, el panorama político en este país no sólo me da miedo, también me da un
asco infinito; y no digo muy infinito porque no tendría sentido. Como no tenían
sentido las gilipolleces que he oído esta mañana, ninguno.
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