Nunca
había visto este bicho hasta el otro día en una excursión por la Calderona. El
pobre estaba muerto, y las hormigas habían comenzado la tarea de trocearlo para
llevárselo al hormiguero, lo que sin duda conseguirán si nadie se lo impide.
El
caso es que el bicho, que parecía una lagartija pero que no lo era, me llamó la
atención, y al llegar a casa investigué en internet; pronto encontré
información sobre él.
Resulta
que era un eslizón ibérico, endémico de la península, de reproducción ovovivípara,
de costumbres diurnas y muy activo en verano. Exclusivamente carnívoro, se
alimenta de insectos, arañas, larvas, y es inofensivo. Además es escaso y raro
de ver, y está casi en las listas de animales en peligro de extinción.
Tiene
la particularidad de que cuando se ve amenazado huye con sus pequeñas patitas,
pero si la amenaza es importante, las pliega y repta como una culebrilla, yendo
así más rápido.
Pues
eso, tantas horas de monte y aún no había visto ninguno. Y es que la riqueza de
la vida es inabarcable. ¡Qué maravilla!
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