Ahora que los
rigores del verano parecen ya en retirada, y que vuelve a apetecer un buen
guiso de esos que aromatizan la casa y disfrutas en la mesa, propongo una
receta típica húngara, el gulash.
Recuerdo que
llegamos a Budapest tarde para comer, y sin conocer la ciudad nos perdimos buscando aunque fuera un chino o una pizzería, por un barrio anodino, nada
turístico, desangelado y cuadriculado, donde aún se respiraba la huella del
comunismo.
Dimos con un
restaurantito, un punto cutrillo, donde inesperadamente nos dijeron que sí
podíamos comer pese a la hora que era. ¡Qué gulash! Soberbio, delicioso,
magnífico. Y qué precio. En fin, fue una buena entrada en la ciudad.
Me quedé con
las ganas de hacerlo yo en casa y, tras farolear por internet, creo que he conseguido
un plato que, si no es el de Budapest, no está nada mal. Aquí tenéis la receta.
Ingredientes:
1 kg. de carne de ternera troceada para guisar.
4 dientes de ajo.
2 zanahorias.
1 cebollas grande.
1 puerro entero grande.
1 bote de tomate triturado de ½ kilo.
Perejil fresco
1 cucharada de comino en polvo
1 cucharada sopera rasa pimentón dulce.
2 hojas de laurel o una pizca de laurel en polvo.
1/2 pimiento rojo grande.
1 o dos guindillas.
1 litro de vino tinto; sobrará.
Sal y pimienta negra.
Aceite de oliva virgen extra.
Empezaremos
por dorar la carne en el aceite con la olla abierta. Luego la retiraremos y en
el aceite y el jugo que habrá soltado la carne, sofreiremos a fuego medio, la
cebolla, los ajos y el puerro previamente picados.
Unos ocho o
diez minutos después añadiremos una cucharada de pimentón dulce y lo
removeremos todo para que se mezcle bien. Enseguida añadiremos el pimiento y la
zanahoria picados, y el bote de tomate. Seguiremos removiendo pausadamente unos
minutos.
A continuación
echaremos una cucharada rasa de comino, las guindillas y el perejil. Seguimos
removiendo para que todo se mezcle bien, y acabaremos añadiendo el laurel, la
pimienta negra en polvo y la sal.
Entonces
pondremos la carne que teníamos reservada y la cubriremos con vino tinto,
momento este en que avivaremos el fuego, sin olvidarnos de remover de vez en
cuando, y dejaremos que reduzca un poco; unos diez minutos o un cuarto de hora.
Cerramos luego
la olla y dejaremos cocer durante una hora desde que haga piiiiii, o lo que haga
la que utilices. Y ya está.
Este guiso
está más bueno si lo dejas reposar en la nevera unas 24 horas y lo vuelves a
calentar removiéndolo suavemente antes de disfrutarlo. Se puede servir
acompañado de patatas fritas o cocidas,
verduras diversas, arroz blanco, pepinillos o tomates en salmuera o, como hacen
en Hungría, con un poco de nata agria; esto no lo he probado.
Lleva su
tiempo, pero está buenísimo, y puestos a hacerlo vale la pena que sobre para
congelarlo y poder comer o cenar muy bien un día de esos que llegas tarde y no
tienes tiempo de hacer una comida decente.
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