Nunca
había utilizado el blog para esto que lo voy a utilizar ahora, pero creo que
tengo la obligación moral de hacerlo.
Ahora
que estoy en casa con más frecuencia, recibo visitas de gente que se busca la
pataqueta de formas más o menos legales, y con mayor o menor elegancia y
perseverancia. Si no logran nada no suelen repetir.
Pero
hay por ahí unos “revisadores” de la instalación de las bombonas de butano que
me tienen mucho más que harto y muy mosqueado. Sólo este año han venido ya
cinco o seis veces distintas personas, aunque algunos han repetido, con
diferentes argumentos para que les dejes entrar en casa a hacer su trabajo y
darte un certificado de que todo está bien, previo pago de su importe.
Algo
no está claro. Si es la misma empresa, está muy mal gestionada. Si son varias,
sin control de la autoridad competente ni coordinación entre ellas, peor. Y si
no hay empresa alguna sino grupos de estafadores color butano, peor todavía.
El
caso es que sí es importante tener la instalación de gas en condiciones, pero
algo tendrá que hacer quien le corresponda hacerlo, para protegernos a los
usuarios de esta tomadura de pelo en que se han convertido las revisiones butaneras.
Además,
suele coincidir que quien está en casa cuando ellos pasan son personas mayores a quienes les resulta fácil estafar con papeles de apariencia oficial,
identificaciones falsas, y palabrería. Y sobre todo, con ropa donde predomina
el discreto color butano.
Esta
semana, sin ir más lejos, han venido
dos, y el segundo, hoy mismo, no hacía ni tres meses que había venido, y ha
empezado pidiéndome, muy serio y autoritario, el certificado de la última
revisión…
¡Ojito
pues! ¡Ojito!
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