Hay
una sección del blog, Reflexiones políticas, en la que cada vez me resulta más
difícil y desagradable publicar algo, hasta el punto de pensar en cerrarla. De
momento no lo he decidido aún, así que ahí va una nueva entrada.
No
entiendo nada. De verdad que cada vez entiendo menos lo que está pasando. Veo
incoherencias evidentes, manipulaciones descaradas, mentiras que se caen por su
propio peso, pero ahí están como verdades. ¡Y ojo que las discutas!
No
entiendo cómo ha salido la Reforma Laboral adelante, y no es que me parezca
mal, habida cuenta de que era un acuerdo entre patronal, sindicatos y Gobierno.
Y todo lo que es fruto de acuerdos entre partes tan dispares debe ser, cuanto
menos, aceptable. Pero ha sido todo tan… Es difícil no pensar que haya habido
gato encerrado.
No
entiendo cómo se está llevando adelante el triste asunto de los abusos sexuales
en la Iglesia. Y no es que me parezca mal, lo veo justo y necesario. Pero, ¿por
qué sólo en la Iglesia y no en otros organismos estatales, autonómicos y
privados que también trabajan con niños y jóvenes? Las víctimas son víctimas
sea quien sea el agresor.
No
entiendo la entrada de España en la más que previsible guerra entre Ucrania y
Rusia (de momento). Y no es que me parezca mal (no la guerra, que me parece muy
mal, sino el cumplir con los compromisos internacionales), pero, ¿dónde está el no a la guerra? Y eso que en aquella
ocasión la participación de España fue poco más que simbólica.
No
entiendo la prisa por quitar restricciones cuando la pandemia sigue bien viva. Y
no es que me parezca mal volver a la normalidad, pero siguen los contagios, las
hospitalizaciones, las muertes. Sé que todos estamos cansados, yo también. Pero
hay que seguir aguantando, creo. Y me pregunto, si estas decisiones son solo
políticas o tienen respaldo de las autoridades sanitarias. No lo sé.
Y aún
tengo muchas más asuntos que no entiendo. Por eso me cuesta escribir sobre estas
cuestiones. Además no me siento libre para hacerlo, y ese sentimiento me
devuelve a los años en que descubrí que había libros que no podías comprar en
España, y que vi por primera vez en las librerías de Andorra.
Y la gente traga. No lo entiendo.
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