Andaba
hoy por un camino cuando de un chalet han salido a la valla dos perros
pequeños ladrando como locos y dando saltos con la intención de saltarla.
En la terraza había sentado un perro grande, bonito, elegante. Miraba a los
escandalosos hasta que, sin prisa, se ha levantado y venido también hasta la
valla. Se ha subido a un pequeño altillo desde donde se me veía mejor y allí se
ha quedado, en silencio, sin perderme de vista.
Y me
he dicho, ¡ole por el chucho! Elegancia, discreción y saber estar. Los otros
dos seguían ladrando sin parar. Él sólo miraba, como diciendo, tú allí y yo
aquí, y no pasará nada.
Eso es
un perro como Dios manda. Detesto a los chuchos escandalosos que ladran cuando
pasas cerca, corren desesperados, gruñen… molestan ¡vamos!
También
en el mundo perruno existe eso del saber estar, y cuando lo veo, sea en humanos
o en perros, lo admiro y lo valoro. Me siento cómodo.
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