Arde
en estos momentos el monte en Viver y Caudiel, población esta última que está siendo evacuada, como ya ha
ardido en otros lugares de España. Y aún no ha empezado el verano, y aún no han
entrado los ponientes, devastadores aquí en Valencia.
Brigadas
forestales, bomberos, la UME, luchan contra el fuego soportando temperaturas
imposibles, jugándose el tipo. Y hagan lo que hagan, una nueva herida quedará
para mucho tiempo en nuestras montañas, quizá para siempre.
Y
ahora, con el miedo de que esto no ha hecho más que empezar, y la angustia que
me provoca la casi certeza de que algunos de los hermosos rincones en los que he sido
feliz ya no volveré a verlos, digo alto y claro, aunque no sirva para nada, que
los máximos y últimos responsables de estos fuegos no son las tormentas secas, los
accidentes “inevitables”, los involuntarios errores humanos, o los imbéciles
insensatos que habitan entre nosotros, que también; son los políticos.
Los
políticos que, como el perro del hortelano, ni comen ni dejan comer. Ni hacen
ni dejan hacer. No hay una gestión medioambiental, y más en concreto, forestal,
mínimamente eficaz. Y no la hay porque para eso no hay dinero. Y es verdad, no
lo hay, y no lo habría aunque mucho del que despilfarran con sus obsesiones y
fijaciones ideológicas, lo emplearan en ello.
El abandono
del mundo rural, las trasformaciones en la agricultura, el cambio climático,
los nuevos usos del monte, el turismo masivo y otros muchos fenómenos, hacen
que la preservación de nuestro entorno natural exija un plan integral en cuya
elaboración y ejecución colaboren todas las administraciones públicas con la
iniciativa privada, y unos cambios legislativos que hagan posible dicho plan
integral.
Pero
eso no lo van a hacer. Exige pensar en el bien común, olvidarse de prejuicios
ideológicos y ser capaces de ponerse de acuerdo. Y eso no saben hacerlo. Al
menos la mayoría de ellos.
Por
eso, cuando hablen de medio ambiente, ecología, sostenibilidad y demás, no os
creáis nada, es puro postureo. Además les importa un bledo. Quizá no al
político local que ve cómo su pueblo se tiñe de negro. Pero a los de más
arriba, a los que de verdad tienen el poder, les importa un auténtico bledo.
Ni
hacen, ni dejan hacer.
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