FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

jueves, 29 de junio de 2023

Bar Subordán. Te echamos de menos, Arturo.

Este es Arturo.

"El tiempo, inexorable como un cuchillo de acero sueco, avanzaba sin preocuparse de lo que sajaba". Con estas palabras del conde Russell, con cuya forma de vivir la montaña me identifico plenamente, empiezo esta entrada dedicada a un bar del Pirineo.

Sí, a un bar que ya cerró del que guardaré siempre gratísimos recuerdos. Porque una buena experiencia de montaña acaba siempre en un bar o en un restaurante. Allí es donde se celebra lo vivido, donde cristaliza la experiencia en una suerte de joya que se queda para siempre en el recuerdo.

Soy muy feliz en las cumbres, pero no menos después en el valle, alrededor de la mesa, comiendo o cenando y comentado los avatares de la jornada o las jornadas.

Hablo del bar Subordán, de Hecho, en el Pirineo occidental. Ya le dediqué una entrada (teclead en el buscador Subordán). La primera vez que fui era una noche tormentosa, fuera  llovía a cántaros, hablaban los parroquianos de los estragos que un oso había causado al rebaño de uno de ellos. Cenamos tan bien que a partir de entonces se convirtió en la base de operaciones cada vez que andábamos por aquel valle.

Nunca nos defraudó. Atención amable y natural, comida exquisita, precio increíble. No era muy grande y tenía una pequeña terracita rodeada de plantas que era una delicia. Puedo decir que allí he pasado momentos de intensa satisfacción, de bienestar, de auténtica y sencilla felicidad. Y no exagero.

Hace algún tiempo cerró temporalmente, volvió a abrir, pero ahora ya ha cerrado permanentemente. ¡Cómo echamos ya de menos nuestro querido y entrañable bar Subordán y a Arturo, que detrás de la barra o sirviendo mesas, se afanaba día tras día por atender a sus clientes. ¡Y cómo lo hacía!

No sé si se imaginará él como lo tenemos en nuestro recuerdo. Averiguaré por qué ha cerrado, pues era joven, y solo espero que sea por algo bueno. Esa gente que tanto bien hace a los demás con su duro trabajo, a veces no reconocido, merece que la vida les sonría, aunque a veces, tristemente no es así.

Y es que, como ya he dicho, hay una estrecha relación, al menos para mí, entre el esfuerzo, el riesgo, la incertidumbre, la contemplación, el hacer o no cima, y la celebración que cierra el día, o los días. Quien lo ha vivido lo sabe. Y a esas personas, como Arturo y su familia, que hacen posible esa celebración, les debemos mucho; estaremos siempre en deuda con ellos.

Hace algún tiempo fuimos al Pirineo con un amigo y su hijo adolescente un fin de semana. Ascendimos cuatro tresmiles en un bonito y duro día de montaña, y por la noche fuimos a celebrarlo a un restaurante (no era el Subordán, era otro valle). Recuerdo que cuando a este chaval, parco en palabras, le pusieron un chuletón delante, creo que sin darse cuenta respiró hondo y dijo para sí, aunque lo oímos todos, ¡jo, qué día!

Eso, ¡jo que día!

Quiero manifestar mi agradecimiento en este principio de verano a Arturo y a todos los que con su trabajo y su esfuerzo, en bares o restaurantes del Pirineo o fuera de él nos permiten decir, tras una excursión o una ascensión, ¡jo, qué día!

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