Disfrutando y
alucinando con el realismo mágico de Juan Rulfo, Miguel Ángel Asturias o García
Márquez, puedes acabar admirando la desbordante imaginación y gran creatividad
de estos grandes de la literatura. Es lo que a mí me pasó, cuando hace ya muchos
años leí la novela de García Máquez, Cien
años de soledad.
Pero poco a
poco, me fui dando cuenta de que no es imaginación, de que no es creatividad;
es algo distinto, no por ello menos admirable. Lo que tienen estos autores, es
una tremenda capacidad de retratar la realidad del mundo en el que les ha
tocado nacer y en el que han vivido, o viven. Lo suyo es realismo puro y duro.
La persona de
Hugo Chávez, su vida, su muerte, su funeral, lo que venga después…¿Qué tiene
todo esto que envidiarle a Cien años de
soledad, por ejemplo?
No quiero, ni
hacer un análisis político de la
Venezuela actual, me faltan datos, ni quitar mérito a los
grandes escritores aludidos, ¡lejos de mí semejante osadía! Solo quiero
compartir el asombro que me produce poder hacer mías las palabras del narrador
en la novela Crónica de una muerte anunciada, también de García Márquez, cuando dice… “Al verla así (a Ángela Vicario), dentro
del marco idílico de la ventana, no quise creer que aquella mujer fuera la que
yo creía, porque me resistía a admitir que la
vida terminara por parecerse tanto a la mala literatura”.
Sí, viendo lo
sucedido desde ya hace tiempo en Venezuela, y sobre todo estos últimos días, me
impresiona profundamente comprobar, cómo la vida se parece tanto a la
literatura, en este caso a la buena literatura, hasta el punto a veces de superarla,
de hacernos decir: "esto solo puede pasar en los libros…" Pues no, también pasa
en nuestro mundo real. ¡Asombroso!
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