Eran los
montes de Liria y Alcublas una verdadera maravilla. Libres de protecciones
oficiales, que es la mejor manera de estar protegidos. Muy cuidados, recorridos
por una buena red de caminos y umbrosos senderos, nos ofrecían rincones
preciosos y amplios e inesperados panoramas. Los campos de olivos centenarios y
algarrobos, de higueras y almendros, se combinaban con un espeso pinar denso en
aromas mediterráneos como el tomillo, el espliego, o el romero. A finales del
invierno y en primavera, el brezo, las aliagas, las amapolas, las minúsculas orquídeas
y multitud de otras flores adornaban el monte convirtiéndolo en una fiesta de vida
y color.
Insectos, reptiles,
aves y pequeños mamíferos vivían en aquellos montes, y no era difícil
sorprenderlos si andabas con respeto y discreción.
El incendio
iniciado en Andilla en julio de 2012, arrasó estos parajes tras haber
calcinado ya más de 40.000
hectáreas. Y aquí redondeó la cifra acercándose a las
50.000. Aquí acabó porque no había mucho más que quemar.
Hice esta
excursión con mis buenos amigos Jesús y Paz cuando este mundo aún estaba vivo. Y os la propongo para que si os atrevéis a hacerla, podáis imaginar lo hermosa que fue esta tierra, y os indignéis. Sí, es duro pero hay que ir. Y más ahora, en primavera, cuando resulta conmovedor ver cómo la vida, humildemente, a duras penas, intenta regresar.
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Amapola. |
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Pinares hoy reducidos a troncos negros y ceniza. |
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Este camino resultaba encantador, trascurriendo entre densos pinares. |
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Las castañuelas, muy frecuentes, daban una nota de color contrastando con el verde. |
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Nada de esto queda. |
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Estas ruinas estaban situadas en un encantador rincón del pinar. Era un lugar verde y solitario. |
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