Estamos recién
llegaditos del valle de Arán donde hemos visto al Pirineo como nunca lo
habíamos visto. Hace muchos, muchos años que no nevaba tanto, y las montañas
tenían una belleza, una grandeza, difícil de describir con
palabras. Había que verlo. El martes y el miércoles gozamos de inmensas laderas
vírgenes y cimas de ensueño, bajo un cielo azul. El jueves y el viernes nevó,
nevó hasta muy abajo, y las montañas se ocultaron en la bruma.
Dejamos el
valle, ayer sábado, bajo una intensa nevada. Mejor así. Duele menos. Pero
entonces pensaba en cómo estará el valle cuando, pasada la borrasca, amanezca
un día azul. Los bosques, las montañas, los ríos… ¡Cómo estará , Dios mío, cómo
estará!
Y me da rabia.
Sí, me da rabia no poder estar allí para verlo. Y me hace pensar en lo mal que
nos lo hemos montado los humanos. Rematadamente mal. Y eso que yo me puedo
considerar un privilegiado. Pero me da mucha rabia ver cómo tantos y tantos días los perdemos en trivialidades, tonterías, vanidades, actos inútiles,
estériles, anodinos, pero parece ser, según nos dicen, que necesarios, mientras
la belleza, la vida, quedan sólo para muy pocos, a menudo para nadie.
Y es que nada
ni nadie nos debería separar a las personas de aquello que amamos. Y la
belleza, igual que la vida, están para ser gozadas y amadas. A fin de cuentas
son el gran regalo de Dios. Quien nos separa de ellas en nombre de lo que sea o
de quien sea, no tiene ningún derecho a hacerlo. Ninguno.
Y saber esto,
me ayuda a poner las cosas en su sitio. Me ayuda a volver a lo esencial. Me
hace fuerte ante la terrible fuerza de lo anecdótico.
Cuántas veces acosado por el aburrimiento de la acción estéril, por el agobio de las
relaciones sociales sin alma, por las horas perdidas sin sentido, he cerrado
los ojos y volado a aquellas soledades, aferrándome a ellas, como un náufrago a
su tabla…
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El martes por la mañana llegamos al Col de Baretja. El espectáculo es soberbio. La nieve, virgen. |
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Sorprende la gran cantidad de nieve. Estamos ya en abril. |
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Jose se acerca a las cornisas de la cara sur del Cap de Crodos, una de las cimas que ascendimos el miércoles. |
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Hacia el norte, el Barlonguera, totalmente nevado, se recorta sobre el cielo azul. |
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Y el jueves llega el temporal. Todo se viste de blanco. Las montañas se envuelven en bruma. Se hacen lejanas. |
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La nieve, poco a poco, lo cubre todo. Es tiempo de reposo, de refugio, de buen comer y charla junto al fuego. |
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Y nos vamos, viendo a ratos las montañas, entre la bruma y la nieve que cae pausada. Cuando llegue el día azul... |
Hola Jesús, hoy estoy todavía levitando por aquellos lugares, ha sido intenso, muy intenso. Respecto de la entrada conozco gente que vive todos los días azules y grises de las montañas, gente que todo el mundo le dice aquello de "que bien vives" pero nadie se atreve a vivir como ellos. En la vida acabamos eligiendo un camino que nos cuesta cambiar incluso más circular en sentido contrario, nos guiamos por normas preestablecidas que sólo cuestionamos , sin atrevernos a luchar por cambiar, en el fondo somos cómodos y nos gusta que no lo den hecho
ResponderEliminar¿Qué quieres que te diga? Pues tiene toda la razón. Todita.
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