Fue
ayer el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Uno de los lemas,
Contra una riqueza que empobrece,
pone el dedo en la llaga. Si hay demasiados pobres, es porque hay algunos
demasiado ricos. Esto es evidente. Sí, decir esto es poner el dedo en la llaga,
pero toda llaga tiene una causa, no sale así como así.
Habría
que ir más al fondo y preguntarnos por esta causa que no es más, creo yo, que
la propia condición humana. Tendríamos que reconocer y aceptar el hecho de que
si yo no soy rico, si no tengo más dinero, es porque no he estado en situación
de poder tenerlo, porque no he tenido “suerte en la vida”, como decimos. Y reconocer
que tener “suerte en la vida” es, para demasiada gente, tener la oportunidad de
ganar más, de ganar mucho más y hacerlo más allá de toda ética, más allá de la
moral más básica.
Es
en el fondo cuestión de idolatría. Reconocer a la trinidad, poder, dinero y
prestigio como mi dios verdadero. Todo al servicio de este dios, que no es más
que mi propia glorificación.
Porque
no tiene valor moral el que no es más poderoso, más rico o más prestigioso
porque no ha tenido oportunidad de serlo. El valor moral lo tiene quien habiendo
podido serlo, ha antepuesto la ética a la consecución de tales objetivos. Y
aquí es donde se reconoce la categoría moral de una persona.
De
la pobreza, no son responsables solo los ricos, sino todos, ricos o no,
mientras no antepongamos la ética, a la adoración a esta terrible trinidad. No
es peor el que aprieta el gatillo del revólver, que el que no lo aprieta porque
no lo tiene.
Y
claro, como no puede ser menos, del mal surge el mal. El hombre que ha
conseguido llegar allí arriba al margen de la ética, crea las estructuras
económicas y sociales que también al margen de la ética garanticen su
permanencia en la cumbe conquistada.
¿Y
cómo cambiar esto? De verdad que no lo sé. Y me asusta ver cómo los perversos
mecanismos que crean la pobreza están tan presentes en las grandes estructuras
sociales y económicas, como en la vida cotidiana. Por eso es tan difícil
combatirla. Estos perversos mecanismos están actuando en los gobiernos de los
países, en los partidos políticos, en las estructuras económicas, pero también
en el socio de la empresa, en el matrimonio separado, en el compañero de
trabajo…
Es ésta una de las
muchas caras del mal. ¿Cuándo arrojará Frodo el maldito anillo al Monte del
Destino? ¿O ya lo arrojó y no nos hemos enterado? Sé que la respuesta está en
el Evangelio. Lo sé. Pero claro, habría que tomárselo muy en serio.
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