FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

sábado, 26 de octubre de 2013

"La Font de la Figuera" en el alma de mi vida.

El carro del tío Ignacio, hoy en el magnífico museo del pueblo. Con este carro recorrimos caminos y caminos...
Cuando leemos un libro recreamos lo que leemos basándonos en las experiencias vividas hasta ese momento y entonces, el libro nos hace vivirlas otra vez de un modo diferente, a menudo más profundo, más sentido.
Esto es lo que me pasó a mí cuando leí, hace ya muchos años, Platero y yo y El camino. Las preciosas obras de Juan Ramón Jiménez y Miguel Delibes, respectivamente, me lanzaron a mis días de infancia en Fuente la Higuera. Mi Moguer fue y es “La Font de la Figuera”, y es por sus calles por donde veo corretear a Daniel el Mochuelo, con sus amigos, el Moñigo y el Tiñoso.
Cada vez que ando de la mano de estos libros por los caminos de la literatura, me traslado a los ya lejanos días de mi infancia, y paisajes, personas y momentos, reviven en mí de un modo muy intenso y muy entrañable.
Fuente la Higuera es el pueblo de mi abuela materna, Gumersinda Tortosa, la abuelita Gumer, a quien recuerdo de un modo íntimo y amable, y allí íbamos los meses de septiembre y alguna que otra vez a lo largo del año. Al principio en tren, luego en el 600, después en el 124… Y ya entro en los recuerdos.
Personas. El tío Vicente, su hermano, el tío Víctor, Piedaeta, Paulineta, la tía Remediets, ya fallecidos, la tía Julieta y el tío Ignacio, a los que aún puedo besar con cariño y que tan importantes fueron para mí en aquellos lejanos años, y otras muchas personas entrañables, que en virtud de la literatura, aunque ya han quedado atrás, cobran vida de un modo hondo y hermoso.
Paisajes. La estación, que ya no existe, donde esperábamos al tren, con su locomotora de vapor; las excursiones al Bobalar, a la casa del Ángel, a la Font de la Noguera, a la Fuensanta, a los Brunales, al río Cáñoles. Las ascensiones al Capurucho y los paseos a Santa Bárbara a ver caer la tarde. Las frecuentes visitas a la Balseta Pijirri con el tío Vicente, que gozaba de estar en su pueblo con sus sobrinos, y se le notaba un montón.
Momentos. El aperitivo, en los bares de la plaza, las “pelis” en el cine, junto al Verdoso, donde hacían las verbenas, las comidas en el parador los días importantes. La vendimia, con su olor a mosto, las fiestas, con la novena, la “puchá”, la procesión, la “dançá”, cuya música sigue conmoviéndome hasta lo más hondo, los moros y cristianos (fui abanderado cristiano un año)…
Al igual que mi madre, que sigue “enganchada” al pueblo de su infancia y juventud, donde fue feliz, yo siento también una especial sintonía con aquella parte del mundo.
Los recuerdos son muchos, muy vívidos y entrañables, pero para acabar este artículo quiero compartir tres, para mí muy especiales, con el amable lector. Los días pasados en la caseta que tenían y tienen el tío Ignacio y la tía Julieta en el Poblet, a donde íbamos en carro. El ver pasar aquellos trenes, con sus inolvidables máquinas de vapor, desde la misma entrada del “tunelet”, con mi padre y mis hermanos. Y cómo nos despertaba el tío Vicente las mañanas de septiembre, en aquella casita alquilada del “carrer Molí”.  Recitaba  “Bon día, clavell dorat, rosa de la primavera…” y entonces yo salía al corral y me dejaba envolver por la luz del cielo azul, por el olor a campo, por el aroma a leña; sí, me acuerdo, me acuerdo muy bien. Aquellos recuerdos los tengo muy dentro y sé que ya forman parte para siempre del alma de mi vida.

2 comentarios:

  1. Hola Jesús, yo recuerdo el pueblo con mucha emoción. Al tío Vicente y a la tía Gumer con muchísimo cariño... Al tío Víctor y al tío Cesáreo no los conocí.

    Mi abuelo fue un apasionado de su tierra, siempre lo decía. Mucho de su cariño nos acabó transmitiendo de Fuente la Higuera a nosotros. La abuela Belén, una señorona a la que él amaba con vehemencia; tantas cosas...

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