Ayer por la noche, cenando, me contaban cómo un
honrado vecino de Ribarroja ha tenido que abonar 200 euros, y su mujer otros
tantos, por aparcar los coches en el lado equivocado, el pasado 1 de
octubre, a medio día, cuando había todavía vehículos aparcados a ambos
lados.
No. Eso no se hace. Es injusto, indigno y peligroso.
Hay mil comportamientos merecedores de multas como ésta o peores. ¡Por
supuesto! Pero por no cambiar a tiempo el vehículo de acera, o equivocarse el
primer día, cuando aún hay coches a ambos lados, clavarle a uno 200 euros, es
un abuso intolerable.
¿Sería, por ejemplo, tan difícil, tener unas
tarjetitas en las que dijera “le recordamos que debe cambiar su vehículo de
acera, gracias” y dejarlas el primer día, sólo el primer día, a los que se les
ha pasado o se han equivocado? No, eso no sería difícil. Eso sería pensar en el
ciudadano. Estar junto a él. No contra él.
Pero claro, así se recaudaría menos, ¿verdad? Porque
ése debe ser el objetivo de este comportamiento. Porque si no es éste, ¿cuál
es? ¿Putear por putear?, ¿encabronar por placer? De verdad que no lo sé.
El ciudadano honesto, que paga sus impuestos y cumple
las leyes, se siente injustamente agredido. Se siente víctima de la autoridad y
de los agentes de la autoridad, que deben estar para servirle y protegerle, no
para putearle. Y no solo víctima, sino víctima indefensa. No puede hacer nada porque es cierto que la ley no está de su parte, la ha infringido.
Y si, encima, el citado ciudadano está en paro, o
cobra mil euritos al mes (y hay así demasiada gente) la indignación y la rabia
adquieren dimensiones peligrosas.
Seamos sensatos. Apliquemos la ley con sentido común
y respeto. No juguemos con el fuego, porque el estallido social es posible. No
hay más que seguir jodiendo al personal de esta manera y más con los tiempos
que corren. Yo, y lamento decirlo, entendería que ante estos comportamientos de
la autoridad, la respuesta acabe siendo violenta. Lo lamentaría muchísimo, pero
lo entendería. Y lo que más lamentaría es que después de todo, la víctima
volvería a ser el de siempre, “pocaropa”. Saldrían entonces los santones de
turno diciendo que éstas no son formas de resolver los problemas, problemas que
ellos no son capaces de imaginarse ni en sus peores pesadillas…
Y una última cuestión que siempre que pasan estas
cosas me viene a la cabeza y que tengo muy clara. El abuso de poder, y el hecho
del que hablo lo es, si sucedió tal cual me lo contaron, deslegitima siempre
a la autoridad que lo ejerce. Y una autoridad deslegitimada, no tiene por qué
ser respetada. Y llegar a esto es muy, muy peligroso.
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