Bajaba
yo un día de estos del Pic de Piau, bonita cima de la vertiente norte del Pirineo central (administrativamente Francia)
cuando en medio de la niebla me encontré con un par de caballos blancos. Uno de
ellos, se paró y “posó” fugazmente para mí.
Y así
estuvimos, un momento tan breve como intenso, el caballo y yo, solos en medio
de la niebla, en un silencio absoluto, quietos. Fue un momento de
contemplación. Después se unió a su compañero y se alejaron difuminándose, confundiéndose con la nada que me envolvía.
Yo
seguí descendiendo hacia el valle.
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