Con esta entrada inicio una nueva sección del blog titulada cuentos, así, sin más. Cuentos que empezarán con un érase una vez, o había una vez y acabarán con y fueron felices y comieron perdices, codornices y altramuces. Y siempre tendrán dos o tres partes.
¿Que por qué? Porque me gustan los cuentos y me gusta escribir. Ahí va el primero.
EL PRÍNCIPE QUE QUERÍA REINAR ...Y NO LE TOCABA.
Había una vez... un reino muy lejano, allende los altos
páramos del norte, llamado Nibelungia Karchofera. Su joven rey, Milunio VI y su
amada esposa, la reina Bartulia, tuvieron un hijo, el príncipe Chichimulo,
llamado a gobernar el reino, siempre y cuando no tuviera una hermana de uñas
tubito, en cuyo caso sería ella la futura reina. Eso decía la profecía:
Cuando naciere de reina una princesa de uñas tubito,
ella sería por derecho la heredera al trono, aunque no fuere la primogénita.
En Nibelungia Karchofera todos tenían las uñas de las
manos y de los pies planas, uñas “escklafás” las llamaban. No se sabía de
nadie que las hubiera tenido redondeadas, tubito les llamaban. Esas uñas
quedaban reservadas a los seres puros que habitaban los bosques verdes y las
aguas cristalinas de lagos y arroyos.
El príncipe Chichimulo fue creciendo convencido de que
sería el futuro rey, pero he aquí que su madre, la reina Bartulia, quedó
nuevamente encinta cuando él contaba ya 17 años.
¿Y si el bebé fuera niña y tuviera las uñas tubito?
Sólo pensar que podía perder el trono, removió en él sus más oscuros
sentimientos y un ansia de poder malsana y ponzoñosa se adueñó de todo su ser.
Entonces tomó una peligrosa decisión. Pedirle ayuda a
la bruja Gengiswalda la Peluda ,
que habitaba en lo más hondo del bosque prohibido, envuelta en una horrenda
maraña de pelos llena de sapos, culebras, sabandijas, gusanos, arañas y
demás bicharracos reptantes y repulsivos.
Una oscura noche el príncipe se internó en la espesura y, guiado
por lo pérfido y equivocado de su decisión, llegó hasta la guarida repugnante y
lóbrega de la bruja.
Gengiswalda la Peluda , que escrutaba los actos de todos los que
albergaban malos sentimientos y se solazaba con ellos, lo esperaba.
-¿Qué buscas en
lo prohibido príncipe Chichimulo? preguntó, y movió su cabellera que cayó
sobre él, cubriéndolo del todo, a la vez que algunos de sus inmundos habitantes
envolvían su cuerpo.
-¡Quiero ser
rey!
-Lo serás,
respondió la bruja, pero a cambio me
ofrecerás tu voluntad para siempre. Así serás un gran y poderoso rey.
-¿Y si quien va
a nacer es mujer y tiene uñas tubito? preguntó el príncipe.
-Te he dicho que lo serás
si me ofreces tu voluntad, respondió la maligna.
-Te la ofrezco
de por vida, dijo Chichimulo. Y un trueno pavoroso sacudió el bosque
prohibido.
Entonces la bruja le entregó un tarrito con una
pócima y le dijo:
-Marca a tu
madre en el vientre con este ungüento la próxima luna llena. No le hará ningún
daño, pero si el bebé es niña y tiene uñas tubito, nadie en el reino las verá.
Sólo si algún humano la mira con ojos de amor verdadero, justo cuando la luna
llena salga por el horizonte, quedaría roto el encantamiento. Pero eso no
sucederá jamás, jamás, jamás…
Y rió de tal modo que al príncipe se le pusieron de
punta todos sus cabellos. Y dijo:
- Yo quiero ser
rey, pero a nadie quiero hacerle daño. Gengiswalda volvió a reír más aún, de
un modo más horrísono.
- ¡Ya me has
dado tu voluntad! Eres mío, tú eres mío, y tu reino es mío, ¡ja,ja, ja! Tu ansia
de poder me ha dado el poder ¡ja, ja, ja! ¡Eresssss míííííooooo, ja, requeteja,
ja, ja!
FIN DE LA PRIMERA
PARTE
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