Este era Tuc en el verano de 2013. |
Abril de 2013. Tuc sale a recibir a Isabel. |
Hay un rincón en el valle de Arán, del que ya he
hablado en el blog (Aleix y el refugio de La Honería ), por el que Isabel y yo sentimos un
especial cariño, un lugar al que bien a gusto nos iríamos a vivir…para siempre.
Bosques de ensueño, montañas soberbias, canales
vertiginosas, lagos perdidos de una belleza extrema. Ciervos, corzos, osos,
águilas, buitres, entre otros muchos animales, pueblan el valle donde una
pequeña aldea, San Juan de Torán, algunas casas dispersas y un refugio, La Honería , son los únicos
enclaves humanos que podemos encontrar.
Pues allí, en ese refugio, pienso a menudo estos
días, en que el invierno se ha hecho el amo y señor de aquellas tierras. Y
pienso con tristeza en Aleix, el guarda del refugio, que este otoño perdió a su
perro, Tuc.
Tuc no era un perro cualquiera. Acostumbrado a la vez
a la gente y a la libertad de los grandes espacios, era un perro amable,
cariñoso, discreto y muy inteligente. Se conocía el mundo, casi mágico, en que
vivía, de un modo increíble. Parecía mentira lo que hacía. Es difícil de creer.
Yo lo he visto y doy fe de ello.
Cuando algún montañero le preguntaba al guarda por
una ruta, si no estaba muy clara, Aleix le decía, “Tuc, llévale aquí o allá”, y
el perro le hacía de guía, y no se separa de él hasta que “su cliente” volvía
sano y salvo al refugio. A veces la excursión era de unas horas. Otras de un
día entero. Daba igual. Él cumplía con la misión encomendada.
Un verano, lo encontramos acompañando a un chaval
hasta él lago de Estancauilha. Nosotros bajábamos del Tuc dera Escalica e
hicimos parte del descenso juntos. El perrillo nos acompañaba sin perdernos
nunca de vista, adaptándose a nuestro paso. Cuando nos separamos, al rezagarnos
nosotros, el animalito siguió con él hasta dejarle en el refugio. Tenía muy
claro a quién acompañaba.
Este otoño, Tuc desapareció. Se fue solo. No cumplía
ningún encargo. No volvió por la noche, ni al día siguiente, ni al otro…Aleix
salió a buscarlo, lo esperó días y días. Nunca volvió.
A veces, en los desvaídos inviernos de por aquí, he
imaginado a Aleix junto a Tuc, solos en su refugio, a la vera del fuego,
mientras fuera cae la nieve mansa o en furiosos torbellinos, se escucha de vez
en cuando el estruendo de una avalancha, o a menudo, el silbido del viento, y un
frío intenso parece pararlo todo.
Hombre y perro junto al fuego, solos, en el corazón
de una naturaleza salvaje, recia, grandiosa. Y me parecía una imagen muy
hermosa. Pero ahora me parece triste, hermosa pero triste. Se me hace muy honda
la soledad de Aleix sin Tuc.
Es posible que tenga ahora otro perro, no sé, quizá
un cachorro, pero el recuerdo de Tuc estará muy presente en tantos y tantos
momentos…porque como dice la canción, que también vale para los perros “cuando
un amigo se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro
amigo”.
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