Ahí estás Laura, con dos añitos, tu mochilita y mi piolet, en el pico Lákora, en Belagua. 11 de agosto de 1989. |
Querida Laura:
Quiero
agradecerte el regalo que nos hiciste el sábado pasado en la boda de tu hermana.
Fue precioso. Me refiero a ese texto que leíste al acabar la misa. Y mira por
donde, Ignacio, el hermano de Alberto, nos hizo también otro hermoso regalo.
Tú
hiciste una impresionante descripción de lo que ha sido tu vida con tu hermana,
llena de cariño, ternura y profundo y agradecido reconocimiento de lo que ha
sido Nuria para ti. Ignacio nos dejó ver esa relación de cariño entre él y su
hermano, e hizo presente, peleando contra una intensa emoción, a Jesús, su
padre, que desde el gozo y la paz infinita de Dios, nos contemplaba a todos.
Sois
inmensamente afortunados. Dos hermanos y dos hermanas que os habéis querido
toda la vida y que nos ofrecéis, juntos, la alegría de vuestro amor fraternal, cómplice,
íntimo, maduro. Nos lo ofrecéis como un testimonio de vida lleno de sentido.
Y no
sé si habéis caído en la cuenta pero, al darnos ese gozoso testimonio, estabais
proclamando, a bombo y platillo, con la experiencia de vuestra propia vida, el
buen hacer de vuestros padres, Mª José y Paco, Mª Jesús y Jesús.
Se
aprende a amar viendo cómo la gente se ama y vosotros cuatro, viviendo en esos
hogares donde papá y mamá os daban, día a día, mil lecciones de cómo quererse,
aprendisteis a quereros.
Y
como el amor, la más cierta imagen de Dios, es lo único que puede unirnos a
todas las personas, rompiendo cualquier barrera, cuando hablasteis Ignacio y tú,
sellasteis además una absoluta comunión entre las dos familias. ¡Qué más da que
vosotras hayáis nacido y vivido en Ribarroja, un pueblo de Valencia, y ellos en
Pamplona! ¡Qué más da que vosotras seáis dos chicas y ellos dos chicos! ¡Qué
más da, si cualquier diferencia que pueda haber entre las personas queda
integrada y superada, si se quieren!
De
verdad, Laura, nos hicisteis un gran regalo. Muchísimas gracias por tus
palabras, por vuestras palabras, por esos testimonios de hermanos que se quieren, aprendidos en la mejor escuela de amor que
puede tener un niño, la del amor entre sus padres.
Y recordad siempre que quereros y quererles, es el mejor regalo que les podéis hacer, la mejor herencia que les podéis dejar a vuestros hijos.
Gracias, ¡de verdad!
Gracias, ¡de verdad!
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