“Nuestro
mundo, desgarrado por la violencia ciega —que también ha golpeado el corazón de
vuestra querida tierra— tiene necesidad de paz, de amor y de misericordia.
Tiene necesidad de agentes de paz y de personas libres y liberadoras, de gente
valiente que sepa aprender del pasado para construir el futuro sin encerrarse
en prejuicios. Tiene necesidad de constructores de puentes de paz, de diálogo,
de fraternidad, de justicia y de humanidad.”
Hermosas
palabras estas pronunciadas por el papa Francisco en su viaje a Egipto este
viernes y sábado pasados. Hermosas palabras que mucha gente suscribimos
plenamente. Hermosas palabras acompañadas por el hecho de decirlas precisamente
donde las ha dicho y estando las cosas como están, y por su decisión, profundamente
cristiana, de renunciar al coche blindado que le ofrecían.
Alguien
me decía, lo van a matar. Y yo pensaba, cuando Jesús fue a Jerusalén, entró en
la ciudad del modo que entró y precisamente en las fiestas
de la Pascua. Él también sabía que se la jugaba. Pero fue. Y lo mataron. Francisco
sigue sus pasos, y eso otorga a sus palabras la solidez que da su profunda
coherencia con el mensaje del evangelio.
Por
eso, estas hermosas palabras no son sólo hermosas. ¿Verdad?
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