Estos
días saldrá la gente al monte masivamente. Es lo que toca. Además hace buen
tiempo. Y luego, tan de golpe como empezará se acabará la anual incursión
urbanita pascuera. Y todo volverá a quedar solitario y silencioso. El monte
abandonado a su suerte, los pueblos pequeños languideciendo y haciéndose cada
vez más pequeños… Y basura, mucha basura por todas partes, eso sí. Incluso
puede ser que hasta con algunos pinos menos, si a algún imbécil se le ocurre
jugar con fuego. Eso también.
Andando
ayer con un amigo por una región, la Peña Parda (situada entre Canales y Andilla) que, pese al fuego y al
abandono absoluto, sigue siendo preciosa, hablábamos de la pena que da que en
Valencia hayamos abandonado, hace ya mucho tiempo, gran parte de nuestras
montañas y sus pueblos.
Cultivos
abandonados, montes quemados, escuelas cerradas… Otras muchas regiones, menos
favorecidas que la nuestra, han sabido cuidar lo que tenían. Nosotros no.
Pensábamos
en Andilla, por ejemplo. El pueblo es precioso. Yo lo conocí envuelto por
inmensos pinares, rodeado de montañas espléndidas que se cubren de nieve todos
los inviernos con relativa frecuencia. Fuentes y arroyos abundantes cuando
llueve como toca. Rincones preciosos como la fuente del Señor o la ermita de Bardes. El
entorno era impresionante.
En
un pueblo así, si los niños pudieran estudiar allí hasta 4º de secundaria, y
tuviera la gente una asistencia sanitaria adecuada e inmediata en caso de urgencia, se
podría vivir muy, pero que muy bien.
¿Cómo?
Si se hubieran cuidado los bosques, estos darían madera. Podría haber caza
abundante. En ellos, las cabras y ovejas harían su trabajo de mantenerlos
limpios; y proporcionarían carne, lana, leche, queso. Las abejas darían miel de romero, de
tomillo y de las muchas flores que hay casi todo el año. En los bancales se
podrían cultivar almendros, olivos, algarrobos…
Y el
turismo completaría el bonito cuadro que estoy pintando. Habría productos
artesanos de la tierra que compraría la gente. Se podrían recorrer magníficos
senderos en cualquier época del año, o itinerarios de bici espectaculares, o escalar
(hay actualmente una impresionante vía ferrata en un paraje delicioso), o
fotografiar la fauna o la flora. Y en invierno, no pocos días, se podrían hacer
excursiones con esquíes o raquetas en parajes de ensueño…
No
hemos cuidado ni la educación, ni la sanidad, ni el medio ambiente. Sólo han
existido las ciudades, sus pueblos próximos y la playa. Nada más ha existido, y
lo que no existe, aunque esté ahí, se olvida, se pierde, se muere.
Nada
que envidiar tendría Andilla, y como Andilla bastantes otros pueblos, a muchos
valles del Pirineo. La única diferencia, quizá, la altura de las montañas. Y lo
digo yo, que conozco bien la cordillera. Pero ahora sí, ahora hay un abismo que
ya no creo que podamos salvar. Y es una pena.
Ayer
mismo, martes santo, cuando a medio día llegamos al pueblo, no pudimos ni
comer. Los dos bares que hay cerraban el mismo día, los martes. Y seguimos la
ruta, con hambre, bajo el sol y pensando en la tierra que pudo ser y no fue.
Y
como he dicho, estos días la gente saldrá a comerse la mona. Mirará pero no
verá. Ya son nuestros montes, con sus pueblos y sus gentes, el parque de
atracciones al que ir de vez en cuando, sobre todo en Pascua. Sólo un parque de atracciones.
¡Qué
lástima!
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