Hace
hoy 63 años que abrí los ojos al mundo. Era el año 1955 y según mi madre, con
quien he podido almorzar hoy, hacía mucho, mucho frío. ¡Qué bonito! Como bonito
ha sido el regalo que la madre naturaleza me ha hecho hoy, un día gris, fresco y tormentoso.
Sí, ha
sido el regalo perfecto porque un día azul y tibio, de esos que en otoño curan
el alma de casi todo, hubiese sido un regalo envenenado, pues no hubiera podido
disfrutarlo como quiero.
Así ha
estado mejor. En casa, junto al fuego, oyendo llover y pensando en lo bueno que
es esto para los campos y los montes, para mis campos y mis montes…
Gracias
pues por esta lluvia y estos truenos. Y gracias a todos los amigos que de
distintas formas, unas más tecnológicas que otras, me han hecho llegar su
felicitación, diciéndome así que se acuerdan de que existo y de que en su vida
hay un trocito para mí, como en la mía lo hay para ellos, quizá más grande de
lo que algunos se puedan imaginar.
Amigos
presentes de mil formas, cada uno con la suya. Cielo gris, lluvia, el fuego
encendido en el hogar. Recogimiento, recuerdos, esperanza…
Así es
este 15 de noviembre para mí por el que le doy gracias a Dios, a mis padres por darme la vida, a Isabel por colmarla de sentido, a
toda la gente que me quiere por darle calor, y a todos los que hoy, por el motivo que sea, se han
acordado de mí, por eso, por acordarse.
¡¡¡Gracias!!!
Y que siga lloviendo.
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