Me he
resistido a hablar sobre el tema de la exhumación de los restos de Franco, pero
no me aguanto más, hablaré. La detención del supuesto francotirador que iba a
atentar contra Sánchez me ha llevado a ello.
Personalmente
no le pegaría un tiro al nuevo inquilino de la Moncloa, pero sí le diría, con
todo el respeto, que es un sinvergüenza y un torpe, entre otras lindezas. Y
quede claro que lo digo en el sentido literal de estos adjetivos, no como
insulto, aunque no niego que muchas veces me apetece mucho insultarle.
Sinvergüenza
porque hay que tener muy poca vergüenza para seguir utilizando la herida de la
Guerra Civil y sus consecuencias para comprar las voluntades de toda esa pobre
gente que sigue viviendo en el resentimiento y el rencor, bien porque sufrieron
en carne propia el horror, gente mayor; o bien porque han sido adoctrinados en
el espíritu de la revancha, gente joven. Sabe el señor Sánchez que seguir
hurgando en la herida le reporta pingües beneficios. Y esto es de ser un
sinvergüenza. Sacar provecho del dolor ajeno no superado y de la triste
transmisión de ese dolor a las nuevas generaciones.
Y
torpe, porque además no lo hace bien. Porque levanta la liebre para no pegarle
un tiro. Porque lo ha hecho y lo sigue haciendo tan mal, que no sabe muy bien qué
diablos hacer con lo que quede del dictador, como tanto les gusta llamarle. Y
la situación resulta patética, ridícula, hasta cómica. ¿Qué hacemos con el
muerto 43 años después? Yo creo que algunas noches se le debe aparecer en
sueños preguntándole, ¿Pedrito, ya tienes sitio para mí?
Visto
desde fuera y sin apasionamientos, es esto la prueba más clara de la
utilización partidista de la historia en beneficio de intereses muy miserables,
pero con tanta torpeza que el resultado es que Franco está ahora más vivo que
lo ha estado en muchos años.
Habría
que recordarle al señor presidente un refrán: el mejor desprecio es no hacer aprecio.; y un versículo de la
Biblia, aunque le dé repelús: dejad que
los muertos entierren a sus muertos.
Sí
señor Sánchez, sí; su preocupación y prisa por desenterrar a un muerto para
volverlo a enterrar en otro sitio más acorde con su “infinita maldad” se vuelve
contra usted. Por seguir hurgando con fruición en la vieja herida, por no saber
qué hacer con las consecuencias de esa deleznable y malsana obsesión, usted
está muerto para construir un país reconciliado definitivamente, como lo estuvo
Franco.
En
fin, acaben pronto con esta tragicomedia absurda y permítanos vivir sin Franco.
Métaselo donde le quepa, con perdón, pero déjelo, de una puñetera vez, en los libros de historia, que ella,
entonces, lo juzgará. Y métase usted y su socio en ellos lo antes posible, sean
pronto sólo historia, porque nos están robando el futuro. También a ustedes les
juzgará.
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