Tras
ocho días de vacaciones blogueras vuelvo a la faena compartiendo unas fotos que
hice un día de estos, de mañanas frías y azules, sin viento, hermosamente
invernales.
La
humedad de la noche, helada sobre rocas y plantas, las había cubierto de miles
de cristales de hielo, y aunque hacía tiempo que había amanecido, el frío del
ambiente los mantenía tal cual hasta que, alcanzados por el sol, se fundirían
rápida y silenciosamente.
Y ese
momento era mágico. Brillaban entonces alcanzando su máxima belleza poco antes
de su desaparición. Pude verlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario