¡Qué
mejor para empezar el año que un baño de esperanza! Estos dos textos, uno del
Antiguo Testamento y otro del Nuevo, aparte de ser muy bonitos incluso para los
no creyentes, tienen para los que sí lo son el valor añadido de que tras
leerlos podemos decir, Palabra de Dios, y la Palabra de Dios, se cumple. Y eso es
nuestra esperanza.
Os
recogeré de entre las naciones,
os
reuniré de todos los países,
y os
llevaré a vuestra tierra.
Derramaré
sobre vosotros un agua pura
que os
purificará:
de
todas vuestras inmundicias e idolatrías
os he
de purificar;
y os
daré un corazón nuevo,
y os
infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré
de vuestra carne el corazón de piedra,
y os
daré un corazón de carne.
Os
infundiré mi espíritu,
y haré
que caminéis según mis preceptos,
y que
guardéis y cumpláis mis mandatos.
Y
habitaréis en la tierra que di a vuestros padres.
Vosotros
seréis mi pueblo,
y yo
seré vuestro Dios.
Ez.36,24-28.
Vi
entonces un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera
tierra habían desaparecido y el mar ya no existía.
Y vi
bajar del cielo, de junto a Dios, a la ciudad santa, la nueva Jerusalén, ataviada
como una novia que se adorna para su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono:
Esta
es la morada de Dios con los hombres;
Él habitará
con ellos
y
ellos serán su pueblo,
Dios en
persona estará con ellos
Y será
su Dios.
Él enjugará
las lágrimas de sus ojos,
ya no habrá muerte ni luto,
ni
llanto ni dolor,
pues
lo de antes ha pasado.
Ap. 21, 1-4.
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