Por la
tarde. Una clínica. En la entrada un cartel advierte de la obligatoriedad de la
mascarilla. Entra una madre, joven, con su retoño, sin mascarilla. En recepción
le preguntan amablemente si lleva una mascarilla. Responde la madre, ¿es
obligatorio? Le contestan que sí. Le dan una, se la pone por bajo de la nariz,
y se dirige a la consulta que le indican.
Yo,
contemplando la escena flipo en colores. No lee el cartelito de la entrada para
cuya compresión no hace falta saber leer. No se ha enterado aún de que en todos
los establecimientos sanitarios, hospitales, ambulatorios, dentistas, ópticas,
farmacias…, la mascarilla sigue siendo obligatoria. Y luego, encima, se la pone mal.
Me
entran ganas de decirle, pero tú eres tonta o meas de canto. Pero luego pienso,
no, no debe ser tonta, es que es hija del sistema educativa que sufrimos hace ya muchos años. Además no era cuestión de
insultar a una de sus pobres víctimas.
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