Estoy
seguro de que más de uno que se encontrara, como me encontré yo ayer, con el
bichito de la foto, buscaría una piedra y le reventaría los sesos, dicho en
plan bruto. Y encima se quedaría convencido de que ha hecho una buena obra.
Seguimos con ese miedo atávico a los reptiles y en
particular a las serpientes. Y creo que ya vas siendo hora de superarlo. A mí
me impresionan, la verdad. No las cogería con la mano ni en sueños, pero no se
me ocurre matarlas.
Primero porque aunque me dan repelús me gusta verlas. Me
parecen unos animales fascinantes. Y cuando tengo la suerte de cruzarme con alguna
serpiente disfruto de contemplarla y no la molesto. La lástima es que veo más muertas,
normalmente a pedradas o atropelladas, que vivas.
Y después porque sé que forman parte del ecosistema y que
tienen su función en la naturaleza, a la que ya estamos haciendo bastante daño de
formas difícilmente evitables, como para hacérselo también de un modo tan
estúpido.
La de la foto, si no la he identificado mal, es una
preciosa culebra de escalera, totalmente inofensiva. Es de las más grandes que
podemos encontrar en nuestros montes, pudiendo llegar a los dos metros. Esta
era joven, y debía acabar de salir de la hibernación, pues lo hacen en marzo o
abril. Es buena trepadora por árboles y arbustos, y se alimenta de pequeños
mamíferos, otros reptiles y aves.
Lo dicho, a nadie hace daño, tiene su lugar en el mundo, y que yo sepa no está emparentada de ninguna forma con aquella pérfida sierpe que le engañó a Eva en el Paraíso.
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