Aunque
este poema de Juan Ramón Jiménez habla de noviembre, como me he encontrado con
él hace un momento, voy a compartirlo aunque sea por poner algo de lluvia,
literaria claro, a este mes que nos ha dejado sin regalarnos ni una sola gota.
Llueve sobre el campo verde...
¡Qué paz! El agua se abre
y la hierba de noviembre
es de pálidos diamantes.
Se apaga el sol; de la choza
de la huerta se ve el valle
más verde, más oloroso,
más idílico que antes.
Llueve; los álamos blancos
se ennegrecen; los pinares
se alejan; todo está gris
melancólico y fragante.
Y en el ocaso doliente
surgen vagas claridades
malvas, rosas, amarillas,
de sedas y de cristales...
¡Oh la lluvia sobre el campo
verde! ¡Qué paz! En el aire
vienen aromas mojados
de violetas otoñales.
Como
veréis es un poema que no necesita muchas aclaraciones. Es la evocación del
atardecer de un día de lluvia en el campo. Una descripción sencilla, casi una
fotografía, pero qué buena tendría que ser para estar a la altura del texto.
Poemas
como estos son los que utilizaba para enseñar a leer poesías a mis alumnos. No
se leen haciendo pausas al acabar cada verso, sino leyendo, sin prisa, siempre
sin prisa, como si fuera prosa. Entonces descubriremos la belleza del texto y
el buen hacer del poeta. Se leería así.
Llueve
sobre el campo verde...
¡Qué paz! El agua se abre y la hierba de noviembre es de pálidos diamantes. Se apaga el sol; de la choza de la huerta se ve el valle más verde, más oloroso, más idílico que antes. Llueve; los álamos blancos se ennegrecen; los pinares se alejan; todo está gris melancólico y fragante. Y en el ocaso doliente surgen vagas claridades malvas, rosas, amarillas, de sedas y de cristales...
¡Oh la lluvia sobre el campo verde! ¡Qué paz! En el aire vienen aromas mojados de violetas otoñales.
86 días sin llover. Solo 8 litros.
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