¡Qué regalo
esta mañana! Hacia las nueve, una tormenta breve, pero espectacular nos ha
recordado que en estas tierras a veces también llueve, y mucho. El cielo negro,
el viento recio, la lluvia intensa, algunos rayos y truenos…una mañana de
enero, y por sorpresa.
Estaba en el
colegio y nos hemos dejado llevar, mis alumnos y yo por el magnífico
espectáculo. Hemos interrumpido la clase y apagado las luces del aula. Desde la penumbra que nos ha envuelto, a través de los ventanales, hemos
admirado las furias desatadas de la naturaleza.
Veía la
tormenta, y los veía a ellos disfrutando de la tormenta. Y yo he disfrutado de
ambos espectáculos. Han sido no más de diez minutos, pero han valido la pena.
Reanudada la
clase, aún con el cielo oscuro y lloviznando, alguien ha dicho: ¡mirad, ya
viene el azul!, y otro, ¡qué cielo! Me ha parecido pura poesía, y... estábamos en clase de lengua y literatura.
Conserven
siempre mis alumnos y yo mismo, esa capacidad de asombro y admiración ante la
naturaleza poderosa y salvaje. Y ojalá se asombren y admiren también, y si no
lo hacen aprendan a hacerlo, las pequeñas flores del campo, la brisa suave, el
color malva del cielo del este al atardecer…
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