Llegamos a Barruera. Ahora andando a Durro. 1 de enero de 1985. |
Subiendo a la Pala de Ginebrell a 21º bajo cero. 3 de enero de 1985. |
En la cima de la Pala de Ginebrell. 3 de enero de 1985. |
Montañas vírgenes. Hoy hay aquí una estación de esquí. 3 de enero de 1985. |
En la explanada de san Quirce. |
Así dejamos Durro el día 5 de enero. |
Habíamos ido un grupo de juniors de la parroquia, el
día 1 de enero de 1985, a
Durro, en el valle de Bohí, a pasar unos días. ¡Y bien a gusto los pasamos! El
regreso fue otra historia... El día 5, por la mañana, salimos con la intención
de llegar a casa la noche de Reyes. Llegamos a primera hora de la tarde del día
7.
Un inesperado y fuerte temporal, entrando por el sur,
provocó una intensa nevada al encontrarse con las bajísimas temperaturas que
había en los Pirineos. Cuando salimos de Durro apenas nevaba, pero pronto
arreció la nevada y en Puente Montañana la carretera ya estaba cortada y el
pueblo atestado de toda la gente que se había quedado atrapada. Pedimos ayuda
al cura, mosén Joan, que se portó muy bien con nosotros. Nos invitó al festival
de Reyes, en el que colaboramos con nuestros cantos y guitarras. El festival se
hizo en el local que el mosén, nos lo había dicho ya, nos dejaría para dormir.
Luego, la cena en el bar y la oración en una pequeña capillita románica a las
afueras del pueblo antes de acostarnos. Primera noche. Era la Noche de Reyes.
Al día siguiente, rumbo al sur. Hacia media mañana
abrieron la carretera. Había mucha nieve y hacía mucho frío, aunque ya no
nevaba. No llegamos muy lejos. El vetusto autobús con el que íbamos, tan solo
llegó, y porque al final lo empujamos, a Tolva, el pueblo siguiente. Se le
había congelado todo. Allí, la gente también se desvivió por nosotros. Nos
refugiamos en el bar a donde los vecinos venían a ofrecernos sus casas por si
teníamos que pasar allí la noche. Mientras, buscábamos por teléfono otro
autobús que nos devolviera a Ribarroja. Ninguno se atrevía a subir al Pirineo.
Al fin, la Guardia Civil
de Benabarre encontró en un pueblo próximo, al que tuvieron que ir andando, un
autobús, cuyo conductor se ofreció a hacer el viaje, pero al día siguiente.
Entonces, para que estuviéramos todos juntos, y fuera así más fácil salir por
la mañana, el alcalde nos ofreció los bajos del ayuntamiento, que estaba de
reformas, donde instaló estufas para que no pasáramos frío. El termómetro en la
calle no subía de los 20 grados bajo cero. Segunda noche. Era la noche del día
de Reyes.
Y por fin, el día 7, de buena mañana, salimos rumbo a
casa a donde llegamos a primera hora de la tarde.
Aquí había preocupación: “uns dies tan senyalats y el
xiquets perduts, allá en les muntanyes nevades”. Pero nosotros no estábamos
perdidos; al contrario, nos sentimos muy acogidos, sentimos el calor de la
gente, su esfuerzo porque estuviéramos cómodos en todo momento, su cariño...
Recuerdo muchísimos momentos de aquellos días, pero
hubo dos, al menos para mí, muy especiales.
Uno fue en Puente Montañana cuando cantamos en el
festival de Reyes con la gente, con los niños del pueblo. Éramos todos uno.
Contrastaba el calor humano, amable y próximo con el frío intenso que había al
otro lado de los cristales velados…
Otro, cuando en Tolva, a las 12 en punto de la noche,
en el bar del pueblo, apagaron las luces, y todos a coro, nosotros y los
vecinos que nos hacían compañía, entonamos el cumpleaños feliz, mientras
sacábamos de la cocina, una tartita improvisada (una magdalena), con dos
velitas; una para Mª Ángeles que había cumplido años ese día y otra para Toni
que los cumplía el día que empezaba. Fue un momento emocionante, mágico. El
entorno también era mágico…
Sí, aquello fue otra historia. No tuvimos que llegar
a casa para ver qué nos habían traído los Reyes, aquel año. Sus majestades
vinieron a donde estábamos nosotros, a las montañas, aquel 1985.
Comimos bien con el poco dinero que llevábamos,
dormimos calientes, nos sentimos protegidos por gente que no conocíamos de
nada. Sí, los Reyes, vinieron en medio del temporal, con el frío, con la nieve,
y nos trajeron de regalo la maravillosa experiencia de que después de todo hay
mucha, mucha gente buena en el mundo, y eso es bonito, eso da paz.
Aquel largo regreso sí fue un regalo de Reyes
inolvidable.
NOTA:
Si quieres ver más fotos de aquel viaje, pulsa Reyes de 1985.
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