La última clase antes de las vacaciones, felicité las
Navidades a mis alumnos de 2º de secundaria, y les pregunté sobre el sentido de
la expresión con la que les había felicitado, “¡feliz Navidad!”. Quedó claro
que lo que hacíamos con esta frase era desear que las personas a las que se lo decíamos fueran
felices. Y entonces les dije: “pues eso, feliz Navidad, deseo que seáis
felices”, y añadí, “pero, ¿qué necesitáis para ser felices?”. Aquello se
convirtió en una carta a los Reyes Magos. Fui anotando en la pizarra todo lo
que decían que necesitaban para ser felices…cosas, muchas cosas, mil cosas,
aunque hay que decir, en honor a la verdad, que hubo alguna que otra tímida
excepción.
Luego pregunté, ¿de verdad, de verdad tener esto os
hará felices…de verdad?; ¿y sabéis qué me dijeron?, que no, así de claro, que
no. Pregunté entonces ¿qué necesitáis pues para ser felices, qué necesitamos para
ser felices?, y alguien dijo “el amor”. Ante tan lapidaria respuesta dije: “eso
no vale, esa palabra, sin más, no significa nada; concreta, concreta más”. Y tanto que concretaron cuando alguien dijo : “que nos quieran”. Sí, eso dijeron mis alumnos de
2º. Les hace felices que les quieran y poder querer. Y hablaban en serio, sé
que hablaban en serio.
Atención papás, escuchadles. Necesitan sentirse
queridos, necesitan vuestra presencia, vuestra atención, vuestro tiempo.
Necesitan poder quereros, necesitan veros queriéndoos y si eso no puede ser, al
menos respetandoos…
Desde esta perspectiva, sí podemos hablar del amor.
Ellos necesitan ver a su alrededor y vivir la experiencia del amor, pero del
amor no sólo como una emoción, un impulso, que surge y a duras penas controlamos,
sino yendo más allá, como un acto libre y voluntario que me lleva a ser de
verdad feliz, haciendo felices a los otros.
Y al acabar la clase les deseé, desde lo más hondo,
¡feliz Navidad! Y ellos sabían qué les estaba deseando. Y la carta a los Reyes
Magos que había en la pizarra, encontró su verdadero lugar cuando alguien dijo:
“bueno, eso no estaría mal, pero no es lo importante”.
Ejemplo
de aplicación práctica.
Los Reyes le traen “la maquinita” al nene y así, él está contento y a nosotros deja de darnos la vara. Al nene le gusta, claro, pero
también sabe que no es lo importante. Lo sabe.
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