Sólo un breve
comentario sobre el cincuenta aniversario de la muerte de Juan XXIII, que fue
el pasado 3 de junio.
Yo era muy
pequeñito, tenía 7 años, pero guardo un recuerdo muy personal y curioso del acontecimiento,
porque en el colegio de monjitas al que iba, un día, rezamos por el Papa que estaba en
“su última agonía”. Esa fue la frase que no entendí, y que me anduvo rondando
en la cabeza hasta que se lo dije a mis padres y me la explicaron. Es, probablemente, de los recuerdos más antiguos de mi infancia.
Pasaría tiempo
hasta que tuve conciencia de quién fue y qué hizo Juan XXIII. Y conforme ha ido
pasando ese tiempo, ha ido creciendo para mí la grandeza de aquel hombre que
rompiendo esquemas dio un paso adelante de consecuencias inmensas: el Concilio
Vaticano II.
Me gusta
pensar que un "Papa de transición", en su breve pontificado, en contra de todas las previsiones, cambió la historia
de la Iglesia ,
y como consecuencia, en muchos aspectos, del mundo. A fin de cuentas es lo que hizo Jesús. En tres años, contra todas las previsiones cambió la historia de la humanidad.
“Zas en toda
la boca”, como diría Sheldon Cooper. (Es una buena serie). “Zas en toda la boca”
a comentaristas, periodistas, contertulios, analistas y demás fauna creadora, ¿manipuladora?, de
opinión, demasiadas veces falta de humildad y demasiado pagada de sí misma.
Y es que, el
Espíritu, sopla donde quiere y cuando quiere. Eso está “guay”.
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