Entramos el sábado pasado a cenar a un acogedor y
agradable restaurante junto al acueducto de Segovia mientras fuera llovía y
hacia frío, todo un lujo, cuando muy amablemente, uno de los camareros nos
aconsejó sentarnos en una mesa algo alejada de otra, ya preparada para una
despedida de soltero, por si acaso…
Tanto la atención como la cena fueron exquisitas y el
ambiente tranquilo, hasta que llegaron los de la despedida… y el ambiente
siguió siendo tranquilo.
¡Qué gente más increíble! Eran unos doce o trece
chavales bastante jóvenes que llevaban al novio empaquetado y unido a una silla
también empaquetada. Cenaron pasándoselo muy bien, pero sin gritos ni
estridencias. Seguimos cenando a gusto.
Cuando ya nos íbamos, algunos estaban en la puerta
fumando. Seguía lloviendo. Isabel observó que llevaban un petardo. Ellos le
dijeron que en toda despedida debía haber un petardo. Cuando Isabel pregunto,
riéndose, si sólo llevaban uno, le dijeron que sí, pero que era gordo. Nos
reímos más. Dijimos que éramos valencianos. Ellos que de Burgos, del Gamonal.
En fin, una simpática conversación.
Nos despedimos deseándoles una buena fiesta y
protegidos de la incesante lluvia por los paraguas, cruzamos camino del hotel,
bajo el acueducto que, iluminado en la noche lluviosa, estaba precioso.
Y nos fuimos a dormir tan a gusto. Buena comida, buen
precio, trato muy amable y una cena de despedida de soltero olé. Sí señor. En
este país aún hay gente educada, que sabe estar, que no se cree el centro del
mundo, que piensa en los otros, con los que se puede convivir.
Sí señor, bien por el restaurante Acueducto. Bien por
aquellos burgaleses del Gamonal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario