FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

sábado, 12 de abril de 2014

Un mentira y un error.

...pero a qué precio.
Por mi trabajo veo de muy cerca, muchas más veces de las que quisiera, las consecuencias de las separaciones de los padres en los niños y adolescentes. Y subrayo que muchas, muchísimas más veces de las que quisiera.
Y a la sombra de este espectáculo tan triste como cotidiano, he visto cómo han crecido una gran mentira y un lamentable error que, sabiamente conjugados, intentan convencernos de la cuadratura del círculo. Y con muchísima gente lo consiguen. Pero el círculo nunca será cuadrado por muchas vueltas que le demos o incluso aunque por ley así lo decretemos.
La gran mentira. Los niños no se enteran, lo han tomado bien, están contentos de tener dos casas, se han adaptado pronto… Mentira, mentira cochina. Los niños y adolescentes, cuando sus padres se separan, sufren siempre, tanto en el momento de la ruptura como en el proceso que ha llevado a ella y el que le sigue. Sufren. Y lo sé porque lo veo y me lo dicen. Y si en todo este proceso los papás, o sólo uno de ellos, no hace falta que sean los dos, no han tenido ni tienen el sentido común suficiente como para proteger al niño de sus luchas y desavenencias, el sufrimiento entra en el terreno de la tortura.
Pero claro, hemos de calmar nuestra conciencia y para ello, el querer creer que el niño se lo ha tomado bien o no se entera, nos es muy útil. Una mentira útil y piadosa para con nosotros mismos.
El lamentable error. El trivializar el hecho de la separación a fuerza de ser algo legal, y así debe ser, “progre”, de haberse convertido en algo habitual, cotidiano, normal. Como si algo por ser normal fuera necesariamente bueno. No. La separación es el fracaso de un proyecto de vida de dos personas que en algún momento fue hermoso, fracaso del que uno, a veces los dos, son responsables, fracaso con consecuencias importantes siempre, y más si hay niños por el medio. No es una tontería, no es una “modernez”. Es algo muy serio.
Y lógicamente, como no es fácil asumir fracasos, quitamos hierro al asunto y justificamos con mil argumentos lo que no es más que eso, un triste fracaso. Lo hacen muchos, no pasa nada, es por el bien de todos, se me acabó el amor, ya no es lo que era, la culpa la tiene ella, él, el suegro, los niños, su hermana, la crisis, el trabajo…
No. No me gusta ni lo que está pasando, ni cómo la sociedad lo está afrontando. ¡Claro que se puede llegar a la conveniencia o incluso necesidad de una separación! Puede haber mil motivos muy, pero que muy serios. Conozco casos. Pero sean cuales sean los motivos, si hemos llegado a tan triste situación, primero tengamos conciencia del daño que les hemos hecho, o que no hemos podido evitar a nuestros hijos e intentemos suavizar ese inevitable daño, y después superemos el fracaso que es en sí mismo la ruptura, reconociéndolo como tal. Y desde el honesto reconocimiento de esta dolorosa realidad, reconstruyamos entonces nuestra vida, pues a eso todos tenemos derecho, a levantarnos del suelo una y mil veces, pero sin negar puerilmente el suelo y cuidando a los que hemos arrastrado en nuestra caída más aún que a nosotros mismos.

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