Volvía el 12 de octubre de los Pirineos, cuando oí en
la radio las declaraciones hechas, a través de twiter, de la alcaldesa de Barcelona, sobre el día de la Hispanidad. Me
molestó mucho y me indignó, por eso, en cuanto he tenido tiempo, le he escrito
esta carta abierta, no para que la lea la susodicha, ya sé que no lo hará, sino
como terapia para mitigar la “mala leche” que me produjo. Escribir me resulta
terapéutico.
Carta
abierta a Ada Colau, alcaldesa de Barcelona.
No es la primera vez que con sus declaraciones hace
daño, y temo que no será la última. Pero afortunadamente, y gracias a internet,
un ciudadano vulgar y anodino como yo, puede quejarse públicamente, ya que
públicas han sido sus declaraciones.
Sé que a usted le habrán escuchado y leído muchos y
que a mí sólo me leerán unos pocos, pero también sé que como yo, piensa mucha
gente a la que usted también ha hecho daño. No olvide que esa otra gente
estamos ahí, aunque se nos oiga menos, aunque se nos vea menos.
Pero vamos al grano, señora Colau. Me hizo daño
hasta la indignación y la rabia cuando dijo que el 12 de octubre, en España,
celebramos un genocidio. Y me hizo daño por dos motivos.
En primer lugar porque no celebramos un genocidio.
Celebramos un acontecimiento de absoluta trascendencia para la historia de la
humanidad, un hecho histórico complejísimo, con sus luces y sus sombras, como
todos los hechos históricos, y que de ningún modo se puede juzgar desde nuestra
visión actual del mundo. Es la que usted ha hecho, una afirmación falsa,
demagógica, simplona y sobre todo terriblemente injusta. No puede juzgar a las
gentes de los siglos XV, XVI, XVII, XVIII… desde las perspectivas del siglo
XXI. No puede hacerlo porque no es serio y encima hace daño.
Y en segundo lugar, porque tras sus palabras hay algo
más, Señora Alcaldesa, y fíjese que ese algo más ya no sólo me duele, sino que
además me da miedo. Le cuento. ¿Usted se acordará de las fotos de antes, de las
que se revelaban en el laboratorio? De un negativo sacábamos su correspondiente
positivo, o sea la foto. ¿Se acuerda verdad? La misma foto tenía su negativo y
su positivo. Pero era la misma foto.
Pues mire lo que le digo. La foto de usted y de los
que piensan como usted, por eso le habrán votado, es la misma foto de Franco y
de los que pensaban como él. Es la misma foto, sí; sólo que el negativo y el
positivo. Pero la misma foto. Él utilizó el 12 de octubre para glorificar un
acontecimiento que usted demoniza, ambos en beneficio de sus ideas. Ni fue una
gloriosa epopeya, ni fue un genocidio. Y en esta línea, podríamos hablar
también de la cuestión del idioma, de su interpretación de la democracia, de
sus planteamientos educativos…pero bueno, eso no viene ahora cuento.
¿Qué no lo ve Señora Alcaldesa? Lo que está haciendo
no es dar un paso adelante en la historia. La está repitiendo. ¿No ve que lo
que está haciendo no es nuevo, es lo de siempre? La vieja ley del ojo por ojo y
diente por diente.
Porque después de todo, ¿qué hay detrás de palabras
como las suyas? El resentimiento de los vencidos en una contienda que jamás debió
producirse y que demasiada gente en este país, entre ellas usted, ha bebido a grandes sorbos
durante mucho tiempo. Y es ese resentimiento como un veneno que impide superar
la historia, que puede acabar cerrándonos una vez más el futuro.
No señora, no, se lo repito, ni gloriosa epopeya, ni
genocidio. No patalee, que ya es mayorcita, y no olvide que al mal no se le vence con más mal, que un error no se
borra con otro error.
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