No os molesta que publique esta foto, ¿verdad? Sois los primeros testigos del amor de vuestros padres. |
Hemos
ido Isabel y yo hoy a la misa en que Vicent el Mañano y Susa celebraban sus
bodas de oro. Cincuenta años de matrimonio. ¡Qué bonito!
El
momento en que Ricardo, el cura párroco, les ha preguntado, delante de sus
cuatro hijos, familia y amigos, si volvían a decir sí, y hemos escuchado de
boca de los dos ese sí rotundo y convencido, nos ha emocionado.
Nos
ha emocionado porque esta entrañable pareja, estas dos buenas personas, fueron de
las primeras que conocí cuando llegué al pueblo, y desde entonces hasta hoy
siempre he tenido claro que su vida ha sido una vida de trabajo, honestidad y entrega.
Y
también nos ha emocionado por la grandeza del testimonio que estaban dando en
ese momento. En un mundo cada vez más superficial y hueco, el ver personas que han tenido la
serenidad y el coraje de mantenerse fieles el uno al otro y la perseverancia en
la entrega mutua día tras día, en medio de los avatares de la vida, durante medio siglo, es de una grandeza y una
belleza, apabullantes. Es un signo claro del amor de Dios.
Podía
imaginar hoy a Azucena y Vicente diciendo sí aquel, ya lejano, día de su boda. Yo no les
conocía entonces pero, a buen seguro, fue un sí lleno de gozo, proyectos y
esperanzas. Sin embargo, el sí de hoy, que sí hemos tenido el privilegio de
escuchar, era un sí más hondo todavía, más pleno, porque mantenía el frescor de
entonces y la madurez de ahora. Y era, además, un himno de acción de gracias.
Nuestras
más sinceras felicitaciones a Susa y Vicent, y cómo no a sus hijos, que hoy han
tenido la alegría y el honor de ver a sus padres, después de 50 años, seguir plantando cara a la vida,
juntos, diciéndonos a todos que es posible quererse para siempre.
¡Enhorabuena!
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