Tras
la extracción de una muela del juicio, más laboriosa de lo previsto, y con el dolorcillo que está viniendo ya a dormir conmigo esta noche, ahora que se ha esfumado la anestesia, busco consuelo en la literatura.Y me ha salido al paso el bueno de Don Quijote.
Después de uno de los “numeritos” que monta, del que, como casi siempre, sale muy malparado, quedan, él y Sancho, tirados en medio de un descampado, donde entablan la sabrosa y simpática conversación, siguiente:
Después de uno de los “numeritos” que monta, del que, como casi siempre, sale muy malparado, quedan, él y Sancho, tirados en medio de un descampado, donde entablan la sabrosa y simpática conversación, siguiente:
Ahora
bien, sea así como vuestra merced dice, respondió Sancho; vamos ahora de aquí y
procuremos donde alojar esta noche, y quiera Dios que sea en parte donde no
haya mantas, ni manteadores, ni fantasmas, ni moros encantados, que si los hay,
daré al diablo el hato y el garabato.
Pídeselo
tú a Dios, dijo Don Quijote, guía tú por donde quisieres, que esta vez quiero
dejar a tu elección el alojarnos; pero dame acá la mano, y atiéntame con el
dedo, y mira bien cuántos dientes y muelas me faltan deste lado derecho de la
quijada alta, que allí siento el dolor. Metió Sancho los dedos, y estándole
atentándo le dijo: ¿Cuántas muelas solía vuestra merced tener en esta parte?
Cuatro, respondió Don Quijote, fuera de la cordal todas enteras y muy sanas.
Mire vuestra merced bien lo que dice, señor, respondió Sancho. Digo cuatro, si
no eran cinco, respondió Don Quijote, porque en toda mi vida me han sacado
diente ni muela de la boca, ni se me ha caído, ni comido de neguijon, ni de
reuma alguna. Pues en esta parte de abajo, dijo Sancho, no tiene vuestra merced
más de dos muelas y media, ni ninguna, que toda está rasa como la palma de la
mano.
¡Sin
ventura yo! dijo Don Quijote, oyendo las tristes nuevas que su escudero le
daba, que más quisiera que me hubieran derribado un brazo, como no fuera el de
la espada; porque te hago saber, Sancho, que la boca sin muelas es como el
molino sin piedra, y en mucho más se ha de estimar un diente que un diamante;
mas a todo esto estamos sujetos los que profesamos la estrecha orden de la
caballería. Sube, amigo, y guía, que yo te seguiré al paso que quisieres.
Hízolo así Sancho, y encaminose hacia donde le pareció que podía hallar
acogimiento, sin salir del camino real, que por allí iba muy seguido. Yéndose,
pues, poco a poco, porque el dolor de las quijadas de Don Quijote no le dejaba
sosegar, ni atender a darse priesa, quiso Sancho entretenelle y divertirle
diciéndole alguna cosa, y entre otras que le dijo, fue lo que se dirá en el
siguiente capítulo.
Capítulo XVIII, 1ª parte.
Pues
a mí sí me han sacado una, hoy mismo, pero con modales y buen hacer, y no a
pedradas. Y supongo que tengo más eficaces remedios para el dolor de
mis quijadas que la amable conversación que Sancho dio a su caballero.
¡Qué grande es el Quijote!
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