Me
contaba hace unos días un amigo que impartiendo una clase en la universidad, en
un master, a media sesión una moza sacó de su bolsa un bocadillo y una cocacola
y se puso a merendar tan ricamente.
Le
dijo mi amigo, muy amablemente, que eso en clase no se debía hacer, a lo que la
individua respondió que tenía hambre. Replicó mi amigo, sin perder los modales
ni la sonrisa, que él no tenía ningún inconveniente en que saliera del aula y
merendara en la cafetería, por ejemplo, pero que, por favor, no merendara en
clase.
Ante
esto, la buena moza, ostensiblemente indignada, metió su merienda de nuevo en
la bolsa y abandonó el aula, seguida por unos ocho o nueve compañeros que se
solidarizaron con ella. ¡Qué increíble falta de educación, y más en gente que ya
ha acabado la carrera! Dijo mi amigo.
A lo
que yo repliqué. No, no te equivoques, eso no es cuestión de educación, es
cuestión de ideología. Porque estoy seguro de que aquellos jóvenes con su
gesto, estaban plantando cara a un profesor anticuado, retrógrado y, si mucho
me aprietas, hasta fascista. A un profesor que impedía a una "famélica" y "desnutrida" alumna que se alimentase como es debido, con el consiguiente riesgo para su salud física y psíquica... ¿Es que no sabía el profesor que la falta de glucosa afecta seriamente al cerebro?
Y es
que hay demasiada gente joven con una “bufa mental”
que les incapacita para hacer el más mínimo análisis de la realidad. Esta incapacidad les convierte en terreno abonado
para que germine en ellos la imbecilidad más absoluta, habiendo gente que saca tajada de esta situación. Y eso es peligroso para todos.
Es lo que hay. Pero
tú, buen amigo, sigue invitando a salir a merendar a la cafetería, porque tú
mereces un respeto como profesor que eres, los otros alumnos, que no meriendan
en clase, como compañeros que son, y el acto docente, como el acto serio y digno
que debe ser.
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