Romper
las leyes democráticamente establecidas haciendo así imposible cualquier
negociación y a la vez pedir diálogo es una perversión.
Haber
violado sistemáticamente la Constitución democráticamente establecida y llamar
opresión a la lógica y consecuente acción de la justicia es una perversión.
Situarse
al margen de las reglas establecidas del juego político imponiendo las propias
y pedir luego soluciones políticas es una perversión.
Gastar
ingentes cantidades de dinero público en satisfacer el deseo más emocional que
racional de una parte del pueblo catalán es una perversión.
Haber
envenenado durante años la mente de los niños y jóvenes con el odio a los que
no piensan como ellos en tema tan discutido y discutible como la independencia
es una perversión.
Intentar
internacionalizar el conflicto (Escocia, Flandes) desestabilizando de este modo
a Europa, haciéndole el juego a quienes eso quieren, es una perversión.
Haber
lanzado a un sueño a demasiada gente sin advertirles de los riesgos y las consecuencias
reales de ese pretendido sueño es una perversión.
Convertir
a un delincuente huido de la justicia en el presidente en el exilio de una
república inexistente es una perversión.
Anteponer
planteamientos políticos partidistas al bienestar real de la gente es una
perversión.
Lanzarse
a la lucha por la independencia con el apoyo de una mayoría parlamentaria mínima,
que no social, es una perversión.
Decir
que hay presos políticos en España cuando lo que hay son políticos presos por
saltarse la ley y todo principio moral es una perversión.
Decir
que no hay libertad política en la democracia española cuando han utilizado esa
libertad para intentar reventar esa democracia es una perversión.
En
realidad está siendo todo una gran perversión con muchas caras. Así lo veo yo. Una
perversión fruto de una ausencia total de principios morales, de una
patología, o de ambas cosas. Ya no sé qué pensar, la verdad, pero no me
importa. Sólo sé que me tienen ya hasta las narices con su patético juego de
justificar lo injustificable y de pretender darnos día tras día gato por
liebre, como si fuéramos todos idiotas. Por lo tanto, y como no haya una novedad significativa en este desagradable y delirante culebrón, me tomo unas vacaciones blogueras sobre el asunto.
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