FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Esta es la noche de difuntos...


Como la colonización cultural norteamericana sigue imparable, puede venir bien recordar tal día como hoy, 1 de noviembre, qué celebramos, y acompañar esto con un toque de literatura.
Aclaremos primero conceptos:
Noche del 31 de octubre al 1 de noviembre. “Jalobuín”, fiesta pagana, de posible origen celta y muy celebrada en los EEUU, y ahora aquí también. No es cristiana la mires por donde la mires.
1 de noviembre. Fiesta de todos los santos. Fiesta que la Iglesia dedica a todos aquellos que “están en el Cielo” nos hayamos dado cuenta o no, cosa frecuente, los que estamos aún en la tierra.
Noche del 1 al 2 de noviembre. Noche de difuntos. La noche en que antes y aún ahora, ponen candelitas en algunas casas por las almas de los que han muerto.
2 de noviembre. Fiesta de todos los fieles difuntos. No entramos aquí en cuestiones de santidad, sino en el hecho simple y llano de haberse muerto. Por ellos reza la Iglesia este día.
Así pues esta noche sí era en nuestra cultura noche de leyendas, de historias de misterio, de cuentos de miedo, pero el “jalobuín” de las narices se la ha comido, cual perverso fantasma que, venido de allende los mares, se ha colado en nuestra casa y nos ha sorbido el seso.
Por esto, y en patético y quijotesco intento de salvar algo del naufragio cultural de principios de noviembre, quiero recordar esta noche a Don Juan Tenorio y compartir una tristísima y agobiante rima de Bécquer. Decidme si no le da cuarenta vueltas a las calabazas y a los disfraces chorras puestos a “celebrar” la cara negra de la muerte, actitud ésta, por cierto, bastante poco cristiana.

Cerraron sus ojos
que aún tenía abiertos,
taparon su cara
con un blanco lienzo,
y unos sollozando,
otros en silencio,
de la triste alcoba
todos se salieron.

La luz que en un vaso
ardía en el suelo,
al muro arrojaba
la sombra del lecho;
y entre aquella sombra
veíase a intérvalos
dibujarse rígida
la forma del cuerpo.

Despertaba el día,
y, a su albor primero,
con sus mil rüidos
despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
de vida y misterio,
de luz y tinieblas,
yo pensé un momento:

¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!

***

De la casa, en hombros,
lleváronla al templo
y en una capilla
dejaron el féretro.
Allí rodearon
sus pálidos restos
de amarillas velas
y de paños negros.

Al dar de las Ánimas
el toque postrero,
acabó una vieja
sus últimos rezos,
cruzó la ancha nave,
las puertas gimieron,
y el santo recinto
quedóse desierto.

De un reloj se oía
compasado el péndulo,
y de algunos cirios
el chisporroteo.
Tan medroso y triste,
tan oscuro y yerto
todo se encontraba
que pensé un momento:

¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!

***

De la alta campana
la lengua de hierro
le dio volteando
su adiós lastimero.
El luto en las ropas,
amigos y deudos
cruzaron en fila
formando el cortejo.

Del último asilo,
oscuro y estrecho,
abrió la piqueta
el nicho a un extremo.
Allí la acostaron,
tapiáronle luego,
y con un saludo
despidióse el duelo.

La piqueta al hombro
el sepulturero,
cantando entre dientes,
se perdió a lo lejos.
La noche se entraba,
el sol se había puesto:
perdido en las sombras
yo pensé un momento:

¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!

***

En las largas noches
del helado invierno,
cuando las maderas
crujir hace el viento
y azota los vidrios
el fuerte aguacero,
de la pobre niña
a veces me acuerdo.

Allí cae la lluvia
con un son eterno;
allí la combate
el soplo del cierzo.
Del húmedo muro
tendida en el hueco,
¡acaso de frío
se hielan sus huesos...!

***

¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es sin espíritu,
podredumbre y cieno?
No sé; pero hay algo
que explicar no puedo,
algo que repugna
aunque es fuerza hacerlo,
el dejar tan tristes,
tan solos los muertos.

Si queréis ver el Tenorio pulsad Don Juan Tenorio. Es una magnífica interpretación de Paco Rabal y se ve bastante bien.

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