Amigo Pablo:
Tal
como te dije voy a explicarte por qué “fuimos expulsados”, ya que no es ni un
secreto ni un misterio, y dicho de la forma que lo dije en la entrada del 12 de
este mes, suena bastante mal, aunque eso de expulsar al personal de sitios
ahora esté muy de moda.
Eran
los tiempos de la transición y el ambiente era el que era. Lo recuerdo con
nostalgia. Yo estaba entonces de Jefe de Centro en el grupo Junior de la
parroquia de San Miguel y San Sebastián, de Valencia.
No
había entonces una Comisión Diocesana como tal, sino una Coordinadora que
asumía las funciones necesarias para el funcionamiento del Movimiento Junior de
Acción Católica.
Un día
fuimos convocados con otros muchos centros a una reunión en Segart donde se
propusieron las líneas a seguir en el futuro. A los monitores de mi centro y a
mí mismo no nos gustó el planteamiento y así lo hicimos constar en la puesta en
común. Fuimos los únicos en disentir. Los puntos donde estábamos en desacuerdo
eran básicamente cuatro.
1º La
organización territorial. Nosotros entendíamos que resultaba más práctico
organizarnos por vicarías, que era la organización de la diócesis. De ese modo
la representatividad era más clara y la conexión con el arzobispado más
directa. La Coordinadora proponía organizarnos por comarcas, lo que nos parecía
muy confuso y poco práctico.
2º El
funcionamiento. La Cordinadora planteaba un modo de funcionamiento
asambleario. Nosotros planteamos un funcionamiento en base a comisiones
formadas por cargos elegidos democráticamente por los centros. Personalmente
siempre he pensado que donde creen mandar todos en realidad mangonea alguien. Las
asambleas siempre me han parecido el terreno perfecto para los grandes manipuladores.
3º La
simbología. La Coordinadora hablaba de “superar” toda la simbología, camisas
verdes, crismones, pañoletas…, y determinados ritos. Nosotros pensábamos que
los símbolos y los ritos, y más en niños y jóvenes, pueden ser, bien
utilizados, muy útiles como medio para alcanzar los objetivos establecidos. A
fin de cuentas los símbolos y los ritos son muy importantes en la Iglesia.
4º La
opción de clase. La Coordinadora planteó que el Junior tenía que optar por la
clase obrera, por los niños de la clase obrera preferentemente. Nosotros
entendíamos que debíamos estar abiertos a cualquier niño o joven que viniera a
la parroquia independientemente de otras consideraciones. De hecho en nuestro
centro teníamos niños de familias muy humildes y niños de familias acomodadas,
y nunca hubo diferencia alguna entre ellos cuando venían al “Movi”, como le
llamábamos.
Cuando
tras esta reunión almorzábamos en el barete del pueblo se me presentó Vicente
Folgado, representante del arzobispado en aquella reunión. Me dijo que le
gustaba nuestro punto de vista. Quedamos en vernos a la semana siguiente y en
un par de reuniones más, sin comerlo ni beberlo, me encontré de lleno en un
proceso que llevaría a la escisión del Movimiento Junior de A.C. Por una parte,
los centros que se adhirieron a nuestros planteamientos que eran los que
apoyaba el Arzobispado, y por otra los que continuaron en la Coordinadora. La
Comisión Nacional apoyaba a la Coordinadora. Yo creía en lo que estaba
haciendo, y sigo creyendo en lo que hice, aunque me dolía la división. De aquel
tiempo guardo gratísimo recuerdo de don Rafael Sanús, Vicario General entonces,
por su apoyo personal y su colaboración incondicional.
Tras
muchas horas de reunión y muchos kilómetros por toda la diócesis se formó una
Comisión Diocesana con un delegado por cada vicaría elegido por los centros, y
un consiliario de vicaría nombrado por el arzobispado. El 8 de marzo de 1982,
el arzobispo, don Miguel Roca, me nombró presidente. El consiliario era Vicente
Folgado que con su ilusión y su inmensa capacidad de trabajo fue una pieza
clave en todo este proceso. Guardo de él también un entrañable recuerdo.
Como
seguíamos siendo Movimiento Junior de A.C .una de las primeras tareas fue
tratar de acabar con la división existente, así que fuimos a Madrid a reunirnos
con la Comisión Nacional. Fue una reunión cordial, distendida y clara, y
quedaron en analizar nuestros planteamientos y darnos una respuesta en breve.
La
respuesta llegó el día de Nochebuena del año 82. Decían, y era verdad, que hay
muchas formas de servir en la Iglesia y que la nuestra era tan válida como la
suya, pero que no podíamos llamarnos Movimiento Junior de Acción Católica, pues
las diferencias eran sustanciales.
A
partir de ese día nos lanzamos a acometer tres grandes tareas, las tres primeras
grandes tareas de Juniors, Moviment Diocesà, que por decirlo de algún modo,
acababa de nacer el día de Nochebuena de 1982. Primero la parte legal y
jurídica para la fundación formal de la nueva organización, elaborando unos estatutos
“ad experimentum”, tarea ésta en la que fue de grandísima ayuda don Antonio
Benlloch, Fiscal General del Arzobispado, en aquel tiempo. En segundo lugar el
lanzamiento de la primera Campaña, con el objetivo de dar orientaciones y
materiales a los diferentes centros, y la tercera, la celebración del primer Día
Junior que reunió en la catedral a miles de niños y monitores venidos de todos
los rincones de la diócesis.
Realizadas
estas tareas y considerando que la misión que me había encomendado el arzobispo
estaba cumplida, por motivos personales que no vienen a cuento, presenté la
dimisión, y me sucedió Vicente Pascual, el vicepresidente, que en sus diez años
al frente de Juniors M.D. consolidó todo el trabajo realizado.
Pues
ya te lo he contado. Por qué nos expulsaron y de paso toda la historia completa
de aquellos años tan importantes en mi vida. Habrás visto que he puesto pocas
fechas. Es porque no las tengo, hace ya tanto tiempo, pero cualquiera que tenga
ganas, investigando honestamente un poco, podría ponerlas, si es que tomarse
esa faena sirviera para algo.
Lo
importante es el presente y el futuro, aunque siempre he pensado que un árbol
de copa frondosa debe tener raíces sanas y ciertas. Y otra cosa, ¿ves como no
era historia de buenos y malos? Lo importante es la coherencia con el
Evangelio, y sinceramente, no dudo en absoluto que la gente de la Coordinadora como la que se sumó a nuestra línea, actuara en conciencia, como pensaban que
debían actuar.
Perdona
si me he extendido demasiado, pero ya que me metía en faena… Nunca había
escrito esto. A mí me ha servido, y si a alguien más le sirve, pues ¡bendito
sea Dios!
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