Se ha
oído mucho hablar del alivio en la Unión Europea por la victoria de Macron
frente a Le Pen. A raíz de esto voy a compartir una reflexión utilizando, para
entendernos mejor, el paradigma derechas e izquierdas, paradigma que considero
falso porque no explica la realidad actual y solo sirve para manipular a la
gente. Y que es, además, el quid de la cuestión que voy a tratar.
Empezaré
diciendo que, en cualquier caso, las llamadas izquierdas “tendrían que
hacérselo ver”. Creo que son las responsables de que millones de ciudadanos en
toda Europa acaben votando a estos partidos, no hace demasiado tiempo, minoritarios,
y que llaman ultraderecha.
Su
falta de un análisis riguroso y serio de la realidad, les han llevado a un
discurso repetitivo, lleno de prejuicios, ofensivo como defensa ante la falta
de argumentos objetivos, y tremendamente excluyente. Además han utilizado sin
pudor la educación y los medios de comunicación como herramientas de
manipulación de la sociedad, y con notable éxito. Y de esto hay gente que no se
da cuenta, pero otros muchos, sí.
Hoy en
día hay muy pocos nazis como hay muy pocos fascistas en Europa. Y el argumento
¡que vienen los fachas! solo se lo creen los que, ya adoctrinados, ven gigantes
en vez de molinos. Aceptan como un credo indiscutible los tópicos que si un día
no fueron tales porque eran realidades ciertas, ahora ya no son más que eso,
tópicos.
Lo que
sí hay son personas cansadas de que les manipulen, de que les digan qué hay que
pensar, qué deben hacer y hasta cómo deben hablar, y de que les excluyan si se
atreven a manifestar su forma de pensar, actuar y expresarse por ser distinta a
la oficial. Y mucha de esta gente acaba votando a estos partidos que se supone
deben darnos miedo.
Y
puestos a dar miedo, también dan miedo los partidos del otro lado. Porque tanto
unos como otros se enrocan en eso de las derechas y las izquierdas,
radicalizándose en busca de su identidad, y fortaleciendo así una visión de la
realidad social peligrosamente falsa y mutuamente excluyente.
Hay
que dar un paso adelante, lo que significaría progresar de verdad, y atreverse
a analizar la realidad sin prejuicios, e identificar el pensamiento, los deseos
y las necesidades de la inmensa mayoría de los europeos. Descubriríamos que no son
tan diferentes la gran mayoría de los votantes, lo hagan a las izquierdas o a las
derechas. Y descubriríamos también que lo que les hace decidirse por un lado o
el otro, no son más que elementos emocionales cultivados por la constante
manipulación y prejuicios heredados. Más allá de esto, estarían de acuerdo en
casi todo.
Pero
si nos empecinamos, y ese es el gran error de la izquierda, en seguir siendo
muy izquierda frente una derecha que debe seguir siendo, para que el montaje se
mantenga, fascista o incluso nazi, lo único que lograremos es lo que ya está
pasando, la radicalización del voto y la consiguiente fractura social. Y ese
puede ser el fin de la Europa que conocemos, cimentada sobre el encuentro entre
los grandes partidos moderados. Buscarse entre ellos en vez abrazarse a los
extremos respectivos, disolviendo así la mentira de derechas e izquierdas, es
el camino.
Por
todo esto digo que las llamadas izquierdas “tenían que hacérselo ver”, y en vez
de una búsqueda incesante, y a veces patética, de elementos que las distingan
de lo que llaman derechas, analizar qué piensan, qué sienten, que quieren todos
aquellos que, por no pasar por su aro, quedan etiquetados bajo la bandera de
las derechas y el nombre de fascistas; y excluidos del llamado progreso que consideran
patrimonio exclusivo suyo, y que además nadie sabe muy bien qué diablos es.
Se
llevarían una sorpresa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario