Le
pasó a Isabel en este último camino de Santiago. Y es una historia muy bonita
que creo debo contar. Hagamos sitio a lo bueno en medio de tanta miseria.
Desde
el primer viaje que hizo se le ocurrió esperar a sus alumnos en determinados
momentos del camino dándoles algunas chuches. Era un símbolo dulce de que
estaban cubriendo etapas.
Pero
como mucha de la gente que lo hace sigue el mismo itinerario y unos y otros se
ven todos los días, acabó dándoles también chuches a otras personas (a todos
los peregrinos que pasaban) lo que agradecían y veían como un gesto simpático.
El
caso es que este último año estaba esperando a su gente en algún lugar del
camino, y oyó una voz que decía “¡Ves como sí que está!”, acercándosele una
señora con una niña de unos diez años. Le ofreció chuches que la niña aceptó
sonriente y feliz.
Y
entonces vino la sorpresa, la madre de la cría le enseñó una foto de su móvil
“¡Mira!”. En la foto aparecía Isabel dándole chuches a una nena “Esta eres tú
dándole chuches a mi hija hace tres años. Este año hemos vuelto al Camino y
ella tenía la ilusión de volver a encontrarse contigo”. Por si esto fuera poco
para que el encuentro fuera inolvidable, la niña le ofreció un pequeño
obsequio.
¡Cosas
del Camino! Una sencilla y muy bonita historia de esas que te reconcilian con
la humanidad. Porque siguen pasando cosas buenas, bonitas, lo que ocurre es que
pasan de un modo discreto y humilde, sin ruido, como todo lo que es verdaderamente
importante.
NOTA:
el pequeño obsequio que le entregó la niña, en la foto de cabecera, tiene
también su historia, una historia que le da un sentido más hondo todavía a este
encuentro. Lo contaré en la próxima entrada.
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