Hay
unas montañas, no muy lejos de aquí, hacia el oeste, devastadas por los
incendios, que poco a poco, en un alarde de tenacidad por la vida, van
regenerando su cubierta vegetal. Son montañas altas, con inmensos panoramas,
malos caminos, peores senderos y
solitarias.
Estuve
un día de estos haciendo una excursión por allí sin ver a nadie en todo el día,
salvo a un agente medioambiental que iba con su coche recabando datos para
elaborar un informe sobre el riesgo extremo de incendio incontrolable que
presenta la zona.
Hablamos
un rato; acuerdo total en todo. Empezó diciéndome que su informe iría a un
cajón de despacho. Que en la ciudad no se enteran, que en el pueblo la mayoría,
sobre todo los jóvenes, pasan, y que a los políticos les importa un bledo.
Nadie valora el oxígeno que produce el monte, ni ve los muchos beneficios que
de él podríamos sacar, si se gestionara de otro modo. Me decía que los más
viejos del lugar afirman que ya está todo a punto para otro holocausto
forestal.
Me
dijo, como yo digo, lo que no se conoce no se ama. Y todo esto casi nadie lo
conoce. Me dijo también que solo con la implicación controlada de la empresa
privada se podría gestionar bien; plantas de tratamiento de la biomasa serían
una solución ideal para todos.
Me
habló también del daño que hacen las motos y las bicicletas en los senderos, y
los 4x4 que se creen en el Paris Dakar, en las pistas y caminos. Me habló de
las basuras en las zonas frecuentadas.
Me
habló en resumen de abandono e ignorancia. En sus más de 30 años de profesión
ha constatado un deterioro progresivo. Cuanto más se habla de medio ambiente,
sostenibilidad, ecología, menos se está haciendo en la realidad por todo ello.
Es todo una inmensa mentira.
Reconfortado
por el mutuo desahogo, seguí mi camino hacia la espléndida cima con la que
coroné la excursión. Elevado sobre una vasta extensión de llanos y montañas,
muchas aún cubiertas por hermosos pinares, gocé intensamente de la luz, del
aire fresco y limpio, del cielo azul, de la tierra a mis pies, de la sensación
de altitud de aquella cumbre.
Tiene
la excursión 23 kilómetros, y algo más de 700 metros de desnivel en ascenso y
otros tantos en descenso, y mal terreno, pedregoso y roto. Poca sombra y nada
de agua. Orientación algo compleja, por lo que mapa y GPS pueden ser, si no
necesarios, muy útiles.
No es
una excursión cómoda y hay que estar acostumbrado a ese tipo de terreno, pero
es preciosa, y la cima, que exige unos pocos pasos de trepa fácil, es sublime.
No doy
datos concretos, como decidí en su momento (ver la entrada Vuelvo a publicar
rutas cerca de casa) pero si alguien está interesado en hacerla, puede
pedírmelos, en privado, a través del correo que está en el blog.
No hay comentarios:
Publicar un comentario