Me
disponía ayer a escribir un rato, cuando sobre el folio que tengo siempre junto
al ordenador, por lo que pueda pasar, vi algo muy pequeñito que se movía. ¡Un
bicho! El impulso es pisarlo con algo, o incluso con el dedo, y deshacerse de
él de un soplido.
Iba a
hacerlo pero algo me paró, quizá un libro que estoy leyendo, y en vez de
borrarlo de la faz de la tierra me acerqué a contemplarlo. Cogí una lupa y lo
vi mejor. Era un precioso escarabajito verde metálico, y como estaba quietecito
pude disfrutarlo a placer.
Tras
unos momentos de contemplación le hice varias fotos que comparto a
continuación. Luego cogí el folio donde deambulaba, lo saqué al patio y lo dejé
entre plantas y flores, a que siguiera su vida.
Y me alegré de haberlo hecho. A cambio de no matarlo me regaló un rato de asombro ante la perfección de la vida en un ser tan diminuto, y su rotunda belleza.
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