Hay
gente mala. El otro día pudimos observar a uno de esos individuos que gozan
haciendo daño a otros porque sí, sin más ni más. Mala gente. Gente enferma.
¿Enferma o mala? O ambas cosas, si eso es posible.
El día
del partido España Marruecos, que si no recuerdo mal era a las cuatro de la
tarde. Estábamos en un bar que cierra a las tres y media, y así lo hace saber
con un cartelito bien claro.
Éramos
poca gente, tres mesas. Cerca de nosotros había una con dos parejas y unos
niños. Era evidente que el personal del bar quería ir a ver el partido, extremo
este que el camarero que nos atendía había dejado claro de un modo natural y
respetuoso.
Y ese
fue quizás su error. Un individuo de la mesa citada, empezó a hacer comentarios
desagradables al respecto, y pedir, poco a poco, cervezas, cafés y todo lo
necesario para alargar la comida.
Con
gestos de autosuficiencia, una postura chulesca y una desagradable sonrisita en
la cara, fue poniendo a parir, perdonad la expresión, al pobre camarero que
hacía esfuerzos continuos por controlarse.
Consciente
de que la situación era fea y muy evidente, extremó con nosotros las atenciones
empeñándose incluso en invitarnos a un chupito a las tres y cuarto. Nosotros ya
habíamos pagado y nos íbamos, así que amablemente declinamos la invitación.
Aquel
impresentable individuo que, según él, había tenido un bar y sabía lo que era
eso, según espetó al camarero en uno de los
momentos de tensión, siguió allí. No sabemos cuándo se fue ni cómo.
No me
gusta la violencia pero confieso que me quedé con unas ganas infinitas de
levantarme, soltarle un sopapo a ese imbécil y echarlo del bar. Pero sé que no
es el camino. Además era bastante más grande que yo, y sólo me he pegado una
vez, cuando era niño, y aún me acuerdo. No es lo mío.
Y
quedó una pregunta en nuestra mente. ¿Por qué? Y una respuesta entre muchas
posibles. Porque ese pobre desgraciado debe tener una vida vacía y miserable, y
escupe su veneno allá por donde pasa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario