Hay
palabras que se pierden desechadas por la falta de cultura y el insano gusto
por utilizar extranjerismos, sobre todo anglicismos del todo innecesarios. Una
de ellas es la palabra lubricán.
Es
sinónima de crepúsculo, más conocida pero mal utilizada casi siempre. El
crepúsculo o lubricán es el tiempo que hay desde que raya el alba hasta que
sale el sol, o desde que se pone hasta que ya es de noche. Con sol, por bajo que esté sobre el horizonte, no hay lubricán, ni crepúsculo.
Su
etimología es interesante. Viene del latín lupus, lobo y canis perro, y está
influenciado por la palabra lóbrego, o sea, oscuro, tenebroso. Bonita
etimología que nos lleva a tiempos pasados en los que a esas horas de luz
incierta era peligroso aventurarse lejos del hogar.
Esta,
como otras muchas palabras olvidadas, son perlas que ignoramos y despreciamos, empobreciendo
así nuestro lenguaje y nuestro pensamiento. Porque un lenguaje pobre es un
pensamiento pobre.
Así
pues, atrevámonos a quedar con un amigo a tomar unas cervezas cuando acabe el
lubricán.
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