Es una
palabra poco conocida y por lo tanto poco utilizada. Lubricán. Su etimología
nos introduce en su significado que es crepúsculo, es decir el tiempo que hay
entre las primeras luces y la salida del sol, o la puesta y la caída de la
noche. Viene de lobo y perro, lupus y
canis, y está influida por la palabra
lóbrego.
La
hora lóbrega de los lobos y los perros. Esos dos momentos del día en que la
luz, avanzando o retirándose, crea un ambiente casi podríamos decir que mágico,
sobre todo si lo vives en la naturaleza. Es el momento en que la vida bulle en
montes y campos; los animales, tanto diurnos como nocturnos, se unen en lo que
me atrevería a llamar la danza del lubricán.
Hora
de silencio, los sonidos de la naturaleza no lo rompen; soledad, es pronto o se
hace tarde; esperanza, de la luz o del reposo. Es el lubrican el momento en que
más disfruto en mis excursiones y ascensiones. Una ascensión en el lubricán
para encontrar al sol en la cima. Un tranquilo descenso esperando que la noche
nos envuelva. Lubricán.
Si
además le añades la niebla en el bosque el ambiente es de cuento, de cuento de
hadas, de gnomos, de brujas, de lobos y osos… Así empezamos este verano una
ascensión, atravesando un denso bosque de hayas. Tardamos en salir por encima
de las nubes, ya había amanecido, pero siendo siempre bonito ese momento, no lo
fue menos la larga travesía en el lubrican por el hayedo envuelto en niebla.
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